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Una costumbre extendida, pero muy mala para la dentadura

La onicofagia se presenta generalmente en la niñez y puede tener serias secuelas.

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Son muchos los motivos que pueden influir para que un niño comience a comerse las uñas. Las razones más comunes apuntan a periodos de ansiedad y estrés. También se inicia como una conducta aprendida de los padres o cercanos.

"Los niños traen una carga genética que puede ser predisponente y si se suman factores del ambiente potenciadores como familias disfuncionales, discusiones agresivas o estrés en el colegio, el niño tiene más posibilidades que desarrolle este mal hábito. Se comen las uñas para aliviar el stress o disipar un exceso de energía ansiosa", dice María Angélica Cereceda, Odontopediatra y docente de la Universidad San Sebastián.

De acuerdo a la especialista, "empieza como una liberación de la energía y constituye un alivio a la ansiedad porque está concentrado en una tarea comerse las uñas, lo que le permite olvidarse del entorno y evitar lo que le provoca sufrimiento o ansiedad. Como es un alivio, y dada la repetición de esta conducta, con el tiempo se hace un hábito y es difícil de eliminar".

La onicofagia, como se llama al hábito de comerse las uñas en forma compulsiva y no poder detenerla, se inicia alrededor de los 3- 5 años de edad y se quita naturalmente alrededor de los 12- 14 años, cuando ya nos interesa que nuestras manos se vean "bonitas", aunque también hay adultos que se comen las uñas.

Sus consecuencias más evidentes son los desgastes de los bordes de los incisivos, principalmente los centrales, úlceras recurrentes e inflamación en la encía, labios y mayor predisposición a las infecciones orales.

Para comerse las uñas o "2 cueritos" necesariamente la persona debe frotar un diente superior con uno inferior y, por supuesto, la uña al medio o "el cuerito", para que ello sucede hay una contracción de la musculatura. Tras lo cual para relajarse se come las uñas y así entra en el círculo vicioso.

Para la docente de la Universidad San Sebastián "si el hábito se realiza, con mucha frecuencia, intensidad, fuerza y por muchos años, puede alterar la mordida. Esto en niños con patrón de crecimiento favorable para que se establezca el daño".

Es importante consultar a un especialista siempre que se repita la conducta y que los padres lo relaten como una característica del niño, es decir, sean relevantes la frecuencia y período de tiempo que lo realiza.

"El niño debe recibir atención con especialista lo antes posible, la consulta con el psicólogo es muy necesaria. La atención interdisciplinaria es lo adecuado para casos severos. Desde el punto de vista odontológico, de acuerdo a la edad del paciente, se puede colocar algún aparato que eduque funciones bucales y a la vez evite que el niño pueda colocar los dedos en la boca", recomienda la odontopediatra. J