El cuidado del lenguaje
El lenguaje permite comunicarnos y, gracias a sus características, construye mundos, idearios, estados de ánimo y cultura. Puede usarse para amar, reflexionar, atacar o destruir y es por eso que siempre debe estarse atento a las señales en tal sentido.
Esta semana fue conocido un vídeo del gobierno explicando los alcances y detalles de la reforma tributaria.
Hasta ahí nada llamativo, salvo por el uso de algunos conceptos que bien pueden resultar innecesarios.
"Quienes atacan la reforma tributaria son los poderosos de siempre que defienden sus intereses", dice la frase más polémica del contenido citado. La misma fue respondida por el sector empresarial y político de oposición como "arbitrario, injurioso, que promueve el odio y la división de los chilenos".
Al tiempo, el senador y presidente del PPD, Jaime Quintana, tampoco ayudó mucho y acusó al gremialismo con una dureza poco común: "La UDI está en una campaña odiosa, de fanático, comparable con lo que era el régimen nazi".
El gobierno tiene razón cuando plantea que dos grandes temas país son la distribución del ingreso y la reforma educacional. Aquello está fuera de discusión, pero la oposición y otros grupos tienen legítimas dudas respecto a si la reforma tributaria es conveniente y efectiva en la resolución de esos problemas ¿Manifestar aquello es un pecado?
Para muchos, las frases -todas- son de otra época u otros países. Chile se ha caracterizado por la deferencia al otro. A pesar de la heterogeneidad de pensamiento, siempre nos hemos caracterizado por el respeto mutuo.
Así es como tiene que ser.
Este tipo de temas requieren de una discusión amplia, abierta e informada, en la que tiene cabida el apasionamiento, pero debe desterrarse la descalificación. Esta puede motivar respuestas del mismo tenor, que terminan por relegar a un segundo plano los argumentos técnicos que, en definitiva, son los que se requieren para una decisión informada y, sobre todo, acertada.