Congreso y la emergencia en Valparaíso
Según informaciones de prensa: "Por instrucciones del secretario general del Senado, comunicamos a ustedes que se ha dispuesto la suspensión del servicio de once a partir de hoy, con el objeto de destinar dichos insumos a la elaboración de colaciones que serán distribuidas en los albergues de damnificados por el incendio de Valparaíso", inicio del comunicado que se hizo llegar a los funcionarios del Senado, a comienzos de la semana pasada, por las razones invocadas, instrucciones que, antes de, debieron estar acordadas o emanadas con/desde la presidencia de este organismo, de una parte; y de otra: "Si a nosotros alguna autoridad, llámese almirante que está a cargo de la plaza, intendente, ministro del Interior, alcalde, nos hubiese pedido que el Senado o el Congreso hubiese abierto sus puertas para haber albergado, frente a la necesidad inmediata, lo hubiésemos hecho", explicaciones dadas por la mandataria presidenta del Senado, Isabel Allende (PS), por el "porqué no", que hace que surja de inmediato la tonta pregunta: "Actuando en conjunto con el presidente de la Cámara de Diputados, Aldo Cornejo (DC), y como una señal de solidaridad con el pueblo mandante y sufriente, en esos momentos, ¿Ofreció esta alternativa adicional de albergue, considerando al efecto la magnitud del siniestro, y pensando tal vez, quizás, no sé, en la Sala Plenaria, sin que ello incidiera en el normal funcionamiento de las sesiones de Comisiones y de Sala de ambos estamentos?" Al parecer, demasiado sagradas resultan las instalaciones del Congreso como para que en momentos puntuales, como es este caso, una parte de la numerosa familia de la señora Juanita "invada" pacífica y respetuosamente sus dependencias en busca del amparo de sus representantes populares: ¡Del pueblo, por el pueblo y para el pueblo! Dios o el destino les dio "la oportunidad" para dejar huella, "legado", impronta en el Senado y en la Cámara, y la dejaron pasar, porque no confían en el comportamiento del pueblo, como para cobijarlo.
Jorge Saavedra Moena