¿Puede un pijama party unir a todos en la oficina?
La fórmula la implementan algunas empresas. Los resultados son contradictorios.
El pijama party está de vuelta y se está instalando en algunas oficinas de Estados Unidos. Empresas norteamericanas, buscando desesperadamente una fórmula para descomprimir el ambiente laboral, recurren a fiestas con alojamiento. La intención es estrechar lazos y fomentar la interacción humana.
Por ejemplo, es el caso de Whole Foods Market, empresa del rubro alimenticio: ahí han instaurado fiestas de pijama party entre todos los funcionarios. El presidente ejecutivo y, a la vez, fundador de la compañía, John Mackey, tiene una obsesión con el bienestar de los empleados. De modo que instauró este sistema para estimular la unión grupal.
"Sé que suena raro, al dormir bajo el mismo techo y después preparar el desayuno o la cena juntos, puede conducir a una experiencia de vinculación emocional", dice Mackey, cuya empresa tiene en la actualidad ochenta mil empleados.
A su juicio, ver al jefe en pijamas permite humanizarlo. Y si, por citar un caso, un subalterno y el director del holding se topan en el baño al lavarse los dientes, justo antes de ir a acostarse, el impacto es tan severo que puede reforzar los lazos de confianza.
Lo negativo, y que tal vez Mackey prefiere evitar, es el efecto impensado que puede producir una escena semejante. "En países como Argentina ver al jefe en pijama sólo hará que el tipo se vuelva doblemente insoportable", acotó Vivina Nicolini, experta en asuntos laborales de ese país.
Ocurre que en casi todo el mundo la gente está infeliz con su trabajo. En el mismo país que fomenta los pijama party para generar felicidad, es decir, en Estados Unidos, el 70% de los trabajadores ha confesado estar insatisfechos con las condiciones de su trabajo. Por eso, un pijama party puede ser un arma de doble filo. Puede convertirse en la peor pesadilla. J