Expectativas y realidad
Tras el cambio de mando en que por primera vez en la historia de Chile la banda presidencial fue impuesta en un segundo período a una mujer, se inició una nueva etapa en la vida republicana del país que hay que mirar con altura, seriedad y responsabilidad.
Para que una democracia como la nuestra funcione se requiere no sólo el eficiente desempeño de la Jefatura de Estado, sino también una oposición de calidad, entendiéndose por tal aquella capaz de legislar teniendo como único norte el bien del país y que ejercite adecuadamente su papel controlador. Para el eficiente desempeño de todas estas funciones es menester pensar el país en grande, coordinadamente y con una proyección que no se estanque en el corto plazo, sino que además se preocupe sustancialmente del mediano y largo plazo.
Las expectativas existentes hoy frente al nuevo gobierno son sumamente altas, tanto que hablar de sobreexpectativas es bastante cercano a lo que acontece. A ello hay que agregar que la Presidenta envió casi de inmediato los proyectos de ley para otorgar en forma permanente los bonos de marzo y de invierno, lo que de algún modo imprime a la actuación gubernamental un sello de acelerado cumplimiento de lo comprometido en la campaña.
Hay que señalar que la realidad financiera del país constituye un marco ineludible para la actuación gubernamental. Dicho en palabras muy simples, un Jefe de Estado responsable -como estamos ciertos lo es la nueva Presidenta- no va a girar jamás cheques sin fondos. Por ende, podrá implementar las medidas que sucedan a las primeras ya adoptadas siempre y cuando cuente con los medios para financiarlas. Al respecto, la Mandataria ha señalado que con el presupuesto actual podrá cumplir con las primeras materializaciones de su programa, pero para el resto se requerirá una reforma tributaria que allegue mayores ingresos.
Dicha reforma debería hacerse -a nuestro juicio- en una amplia mesa de diálogo en que estén adecuadamente representados todos los sectores que corresponda y en la que se adopten acuerdos que en modo alguno signifiquen un freno a la inversión, sino que, muy por el contrario, incentiven el emprendimiento y el desarrollo.