La nueva vida de Manuel Sánchez: "Al fin soy famoso"
El medallista de oro en tiro, Manuel Sánchez, el viernes despertó completamente famoso. Una noche antes se había dormido como un completo desconocido, pero, tras el triunfo, amaneció con cuatro micrófonos en el jardín. Concedió dos entrevistas a la televisión y luego visitó a unos niños con cáncer. Dictó un mensaje emotivo acerca del esfuerzo. Y les mostró su medalla de oro y un diente de oro. La medalla resume el esfuerzo de su vida y el diente comprime el dolor infantil ("Cuando chico me reventaron la boca con un palo. Ese incisivo inferior fue mi primera presea dorada").
-¡Se parece al Viejo Pascuero!- le gritó un niño enfermo.
Y el campeón de tiro al blanco, que tiene una mitad que es buena persona y otra mitad parecida a Clint Eastwood, pensó: "Puede ser, niño, pero soy un Viejo Pascuero que anda armado". Con esa pistola ganó diecisiete veces el campeonato nacional, recorrió el mundo, ganó medallas en varios Sudamericanos y nunca hirió a un ser vivo.
El campeón de barba blanca, un joven radiante de 56 años, dos hijas y el recuerdo tatuado de un hijo muerto ("todo es para él) respira un segundo y grita desde el alma:
-¡Al fin soy famoso! ¡¡Al fiiin!!
"Le doy las gracias a mi padre", dice de pronto en un estallido sentimental. Y recuerda a su papá, un minero de Sewell. Ahí en la mina le regalaron un rifle y él, sin demora, acribilló todos los focos. Le inculcaron enseguida la pasión por las balas: "Cuando estudiaba arte en La Serena empecé a competir", recuerda. "Tenía una gran puntería, pero nunca fui famoso. Y nunca tuve plata", agrega.
Y el campeón resume su vida: Yo, dice, Manuel Sánchez, hijo de minero, casado, súper católico, viejo con juventud, hice clases de arte a niños pobres. Fui salvavidas de la playa de La Serena por catorce años. Fui chofer de una constructora por diecinueve años. Me echaron un día porque fui al Sudamericano de Medellín. Y en ese momento, por acuerdo familiar, acordamos vivir del sueldo de mi señora.
-Aunque suene a psicópata, acordamos que yo sólo me iba a dedicar a disparar.
"Lo tengo todo", lanza el campeón, "tengo una gran familia, hijas maravillosas, he ganado campeonatos y ahora tengo esta medalla de oro". Le falta un pódium en los Juegos Olímpicos de Río 2016: "Si me dan un millón de pesos al mes, saco medalla. Vean las estadísticas: puedo superar al número uno", lanza con voz de Clint Eastwood.
-No tengo idea. Hay muchas cosas raras en el deporte. Amo Chile, pero no a sus dirigentes.
-Hay pitutos, amigo. Hay compadrazgo. A unos que no ganan nada les dan mucho. Y los que ganamos no recibimos nada.
-No voy a mendigar a mis años. Pero creo que lo merezco. No quiero una fortuna, quiero lo necesario.
Una vez le dijeron que estaba viejo para disparar: "Respondo con una medalla de oro", enfatiza. Comenta que, en el deporte, no hay edad, sino excelencia. "Soy, en fin, un Viejo Pascuero que pasa la tarde disparando", dice. "Y ojalá me apoyen porque tengo puntería para rato", y concluye la charla porque tres fanáticos, armados de aparatos modernos, le van a inmortalizar la barba. J