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El hombre que lleva 43 años en las bencineras

Juan López Marambio nos cuenta sus historias trabajando como "bombero".

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En las calles Latorre con Barros Luco se ubica una bomba de bencina que alberga la historia de uno de los expendedores de combustible más antiguos de nuestra ciudad y quien hoy no esconde su intención de seguir en el rubro por un par de años más antes de jubilarse.

El lubricentro de la línea ocho es el lugar de trabajo de don Juan Enrique López Marambio, un hombre de 64 años proveniente de la Cuarta Región que se enamoró de nuestra ciudad hace casi 43 años y nunca más la abandonó.

El nacido en Ovalle, más específicamente en la zona de La Sosa, comenzó su vida laboral en el campo, como muchos otros de aquella zona.

Desde los quince años que sus manos comenzaron a plantar en la tierra y a cosechar lo que sembraba, tiempo en el que se mantuvo feliz hasta que el clima lo obligó a buscar otros rumbos.

Luego de cinco años como agricultor, Juan se tuvo que enfrentar a una dura sequía que impidió el crecimiento del rubro en la región.

"Llegue a Arica por la sequía que hubo allá. Se secó hasta el río Limarí. Me vine a esta ciudad cuando tenía veinte años. Allá trabajaba en el campo cultivando la papa, el choclo, el pimentón. Después me vine a acá pero siempre con el amor por el campo, ahora vivo en una parcelita de Azapa".

Sólo a probar su suerte se vino Juan junto a un amigo. El plan era sencillo, tomar todo el dinero que tenían y venirse al extremo norte a buscar empleo y de no encontrar al momento de que se acabase la plata, se devolverían.

A los once días en nuestra ciudad, el ovallino encontró trabajo en la bencinera donde su hermano laboraba.

"Un 21 de junio de 1971 entré a trabajar a la bencinera Cánepa. Me acuerdo de la fecha porque fue tres días antes de mi santo. tenía un hermano que trabajaba ahí. Yo me venía en busca de industrias pero estaban mal aquí, así que empece a hacerlas de bencinero".

Así se quedó trabajando, en un oficio más que difícil para alguien que venía del campo y no entendía mucho cómo funcionaban las bombas y los autos.

"Menos mal que era bueno para las matemáticas. Nunca más me salí del rubro. Me acuerdo que en esos días había en Arica autos a manivela, así de viejos eran. Estuve como 32 años en la Cánepa, la cual con el tiempo quebró. Ese fue un golpe porque perdimos los años de servicio y todo el dinero que había. Incluso antes de que quebrara estuvimos trabajando seis meses sin paga".

El hombre con el tiempo se acostumbró al trabajo y nunca más lo dejó hasta nuestros días. Además que se sentía muy feliz porque todos los días iba alguien distinto a la bencinera que con el tiempo se hacía cliente habitual y un amigo.

"Ya me sentía bien en esta onda, además que tenía mucha gente conocida. Conocí doctores, abogados, gente de la iglesia", relata el caballero.

-¿Cómo era la maquinaria en esos días?

- Las máquinas eran mecánicas, ahora es todo computarizado. El cambio no se nota demasiado, uno puede programarla pero aquí tenemos mala la placa. Cuando trabajaba en la Once de Septiembre estaba buena pero no la ocupaba.

-¿Y la delincuencia?

Tuve uno acá, en la Shell tuve dos, no me acuerdo bien. Entre tres o cuatro. Todos han sido violentos y dos han sido acá. El último que tuve en la Shell sur fue complicado porque estaba solo como a las cuatro de la mañana. Fue hace como quince años y me encañonaron. Me pegaron y todo, pero no se llevaron nada, sólo un cheque que incluso estaba nominativo. En caso de un asalto hay que entregar todo.

A estas alturas del partido, don Juan dice que está curtido ante los delincuentas y sabe cómo reaccionar, aunque los bomberos más jóvenes siempre se asustan en su primer asalto.

En definitiva, es una cuestión de todos los días, y pareciera que uno se gradúa de bencinero cuando es asaltado.

"Uno se preocupa por los cabros nuevos, no hace mucho que asaltaron aquí como a las tres de la noche. No se llevaron nada, como treinta mil pesos, pero los chicos nuevos se asustan. Tenemos que entregarlo todo nomás, es lo mejor que se puede hacer".

Debido a su trabajo, el ovallino conversa constantemente con los choferes ariqueños quienes todos los días hablan sobre el alto precio de las bencinas. Es algo común, lidiar con las quejas por un costo que sólo sabe de ascensos y que cada vez duele más en los bolsillos de los ariqueños.

"Si pues, todos reclaman por los precios, tanto que suben. Siempre converso con ellos sobre el tema, hay veces que hay algún problema pero no es culpa de uno".

Cada vez que pasa un conductor ariqueño se da el tiempo de saludar desde su auto a don Juan. Es muy conocido, no cualquiera tiene 43 años trabajando como expendedor de combustible.

Durante todos sus años, el hombre ha pasado de bencinera en bencinera, recorriendo toda la ciudad en busca de mantener su trabajo.

Si bien el proveniente del sur es feliz haciendo lo que hace, no esconde que el ser bencinero le ha provocado más de una pena en su vida.

Aunque hoy en día hay sindicatos y derechos laborales que cuidan el respeto de los horarios y días de descanso, cuando el ovallino comenzó en esto nos relata que no existían tales cosas. Un verdadero sacrificio era ser bombero ya que se trabajaba los 365 días del año, a veces hasta por tres turnos, algo que no dejaba tiempo para la vida social ni para la familia.

Don Juan nos cuenta que eso le costó su matrimonio con una señora que se cansó de no tenerlo en la casa. Desde aquella vez, Juan trabajó para mantener a sus hijos los cuales hoy siguen viviendo con él.

"Esta es mi vida, toda una vida trabajando en esto. Es muy sacrificado porque no hay días feriados, aunque descansamos los domingos. Cuando yo me metí trabajaba los 365 días del año. En año nuevo, en navidad, en toda fecha trabajabas, no había descanso. Los horarios eran de tres turnos".

"Me casé con una sureña y se fue de la casa, me separé por lo mismo, nunca pasaba en la casa, perdí feo (risas). Me quedé con mis hijos que ahora son los dos profesionales".

Don Juan con algo de orgullo nos cuenta que su trabajo entrega más dinero al Estado que la misma minería. Según el hombre, el impuesto específico permite que las bencineras tengan una mayor recaudación.

"Las bencineras generamos más plata que las mineras del país. Una vez cuando estaba el presidente Ricardo Lagos aquí se perdieron cinco mil millones de dolares debido a un paro que sólo duró un día. Generamos más plata y al final somos los más mal mirados, tenemos bajos sueldos".

Hoy don Juan piensa en lo que le depara el futuro. Ha sido toda una vida de trabajo en bencineras con altos y bajos los cuales pronto llegarán a su fin. Lo único que tiene en mente el caballero es la jubilación, algo merecido luego de 43 años detrás de las mangueras y los autos.

Su plan es simple, el de muchos otros jubilados. El hombre quiere tomar su dinero y darse el viaje de su vida.

En cuando a sus ratos libres, don Juan nos cuenta que le encanta bajar al centro. Luego de pasar todo el día encerrado en la bencinera, no hay nada mejor que mover las piernas y recorrer las calles de una ciudad de Arica que supo darle una oportunidad de vida y de la cual don Juan jamás se arrepentirá. J