La transición de la libertad de las vacaciones a los horarios de clases puede resultar muy difícil para los estudiantes.
Volver a clases después de un largo período de vacaciones puede significar un cambio brusco en niños y adolescentes, que tienen que adaptarse de golpe a una rutina de horarios, normas y deberes, que muchas veces los agobian provocando problemas en el rendimiento y concentración.
Madrugar, ponerse uniforme, almorzar rápido y llegar a hacer tareas en casa en nada se parece a las horas de relajo en la piscina o con los amigos. No obstante, existen grandes motivaciones para iniciar con entusiasmo el año escolar, idea que debe ser traspasada de los padres.
Macarena Norambuena, psicóloga de la Universidad Andrés Bello, explica que va a depender mucho de la rutina que hagan los papás antes de entrar al colegio. "Los niños necesitan rutinas. Es súper importante mantenerles horarios, un esquema, que debe ser reforzado los días previos".
Para quienes aún están a tiempo, recomienda empezar a bañarlos y acostarlos una semana antes más temprano que la hora que se tenía en vacaciones, pero también a motivarlos con lo que se viene. Contarles cómo será el colegio, recodarle las cosas que tenía y hacía, como ver a sus compañeros y amigos; decirles que este año aprenderán cosas nuevas, que pasaron a otro curso, que están más grandes, que aprenderán materias nuevas y útiles. "En general, los padres tienen que dejar de lado lo tedioso y mostrar lo entretenido", comenta la psicóloga.
En el caso de los más grandes y que pasan a cuarto medio, también aconseja apoyarlos, haciéndoles ver que terminan una etapa de 12 largos años para comenzar un proceso que se iniciará con la preparación de la PSU y culminará con la elección de una carrera. "Hay que calmarse y mostrarles lo positivo y no lo abrumador de las cosas".
Sin duda, uno de los mayores problemas a la hora de volver a clases es lidiar con el despertador. Sin embargo, y pese a que los padres la mayoría del tiempo culpan a los hijos de los retrasos, son ellos quienes no establecen la rutina de descanso, tan necesaria para rendir todo el día escolar.
La psicóloga de la UNAB comenta que uno esperaría que un niño de enseñanza básica durmiera alrededor de 9 horas, donde lo ideal es que se acueste a las 21 horas. Si esto no ocurre, lo primero es revisar la rutina de la mamá, que muchas veces influye en la de su hijo. J