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Aventuras tras el volante: las anécdotas y sinsabores de un ariqueño en las rutas del norte

El Clavel lleva 18 años manejando camiones de Arica a Santiago y ha estado varias veces cerca de la muerte.

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Comenzó su carrera luego de cargar un camión de tomates y aceptar una invitación a Santiago en donde le enseñaron todo lo necesario para manejar una máquina de más de treinta toneladas, "fue como si los hubiera conducido toda la vida, todo lo que aprendí fue sobre la base de lo que me enseñó don Francisco Marches", explicó Mauricio Fuentes, más conocido en la carretera como Clavel.

En la ruta todos tienen un apodo o QRZ, que es cómo se identifican los choferes por radio. A Mauricio lo bautizaron como Clavel porque viene de la localidad rural de Alto del Carmen en Vallenar. "Una vez me puse una chupalla y un canasto con huevos para hacerle una broma a mis compañeros y de ahí me nombraron el Huasito Clavel", explicó Mauricio, quién terminó con el apodo sin lo de huaso.

Desde fines de mayo hasta noviembre o diciembre, dura la temporada del tomate, que es la mejor época de los camioneros porque tienen harto trabajo en la ciudad, "en esos meses mejor le va a los dueños de los camiones y a los choferes, porque hay mejores remuneraciones, lo único que juega en contra es el horario", dice.

Clavel explicó que lo máximo que se pueden demorar las cargas de tomate de Arica a Santiago son 36 horas, "pero hay algunos que hacen el trayecto en 31 horas. El horario es por las ferias y los días de ventas, eso genera peligro porque los choferes se pasan algunas reglas de tránsito, como el límite de velocidad, para tratar de llegar y el descanso es poco, son como tres horas y el resto es manejar", comentó.

Diferente es la situación cuando hay un copiloto, pero la mayoría de los choferes maneja solo por la carretera, "es difícil tener confianza entre choferes, además el camino es complicado por las cuestas que hay entre Arica e Iquique, también está el cansancio, el sueño, el calor que sofoca en el desierto, todo eso se enfrenta junto con el tiempo", explicó.

Mauricio es tajante en que la mayoría de los accidentes que ha visto han sido porque los choferes han dado un "pestañazo".

Ya ha perdido la cuenta de cuántos accidentes ha visto y en los que ha ayudado. Ha tenido que despedirse de colegas que se han ido por todo lo que ven y también ha tenido que decir adiós a compañeros de ruta que han muerto.

"En cada vuelta uno ve un accidente, no falta un tope o una colisión. El accidente más grande que he visto fue cuando trabajé en Transportes Coluccio, yo iba para Santiago y vi cómo un auto se metió por debajo de la rampa de un compañero", manifestó.

En el accidente murieron trágicamente dos personas cerca de Taltal. "A mi compañero no le pasó nada, fue sólo la impresión, pero cuando fuimos a socorrer el auto, se bajó una niña en estado de shock, que se sentó en la carretera y sólo tiritaba, ella se salvó, pero a la señora que iba manejando apenas la sacamos; el volante le apretó el pecho y los pedales le rompieron los pies. Al copiloto se le destapó la cabeza, el espejo retrovisor le rajó desde la boca hasta la oreja. La señora murió en el momento, pero el caballero aguanto hasta que llegó la ambulancia, pero cuando lo subieron murió".

Con el tiempo, Mauricio supo que esa familia venía de un matrimonio en María Elena y la señora ya venía cansada y con trago en el cuerpo.

Pero la carretera también se ha llevado a sus compañeros. Las pistas de emergencia que se instalaron en la Cuesta Chaca en reiteradas ocasiones fueron las culpables. Paradójico porque se construyeron para que salvaran vidas.

"Varios colegas chocaron por irse a las pistas, porque estaban muy mal hechas. Ahora las arreglaron, porque les dejaron salida. Antes tenían una pared en donde chocaban y el camión se les iba encima, no quedaba ni cabina. Muchos que utilizaron esas salidas encontraron la muerte, ni siquiera había una profundidad de arena suelta. Los camiones pasaban por ahí a la misma velocidad, no había algo que los ayudara a frenar", explicó.

Clavel recuerda un accidente en el que se salvó por poco de un trágico final. Fue cerca de la Cuesta del Águila, pasado el Valle de Lluta, cuando trabajaba para Quiborax, cuando se cayó en una quebrada de 80 metros, muy cerca de un campo minado.

"Fue por un pestañón, me puse a ayudar a un caballero que se le había reventado un neumático y cambiarlo en altura era pesado, avanzando se reventó uno mío y también lo cambié, entonces me empecé a cansar y me caí en la quebrada, pero gracias a Dios logré reaccionar y conduje el camión derecho para abajo. Se quebró toda la parte inferior del camión y a mí no me pasó nada", recordó con serenidad.

Pero para un camionero ver la muerte encima es cuando otro camión se le viene encima. En una ocasión, cuando venía por la localidad de Baquedano, enfrentó a un camión que transportaba confort y toallas nova. "El caballero se quedó dormido y alcancé a sacar la pura cabina, si no hubiera chocado de frente. El otro camión pescó toda la carga. En ese tiempo traía cajones de tomates y se rompieron 60".

Para Mauricio todo el sacrificio que significa ser camionero vale, porque se lleva el sustento a la casa. Otra lado positivo que admira de su trabajo es que en la carretera se olvida de sus problemas, de las cuentas, "uno tiene la mente en la carretera no más, se está pendiente de quien pasará por el lado. Hay que dar el 100%. Uno no sabe si va a volver cuando se despide de la familia, mal que mal uno maneja más de 45 mil kilos entre la carga y el camión".

En una semana, los choferes que transportan carga de Arica a Santiago recorren cerca de 4 mil doscientos kilómetros, en este trabajo es poco el tiempo que pasan con sus familias.

"Para ser camionero, uno tiene que tenerle respeto y amor a los fierros. Nosotros tenemos una pega donde nos pasan un vehículo, se conoce gente nueva, se conocen lugares de Chile y hasta otros países, porque hay algunos que viajan a Bolivia y Perú, y además nos pagan por eso. Lo que nos identifica a todos es la aventura, el que es camionero se siente bien en la carretera, cuando estás mucho en la casa te pones de mal humor y te estresas, porque ya estás acostumbrado a estar en movimiento. Uno nunca termina de aprender en la ruta", reflexionó con orgullo. J