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El trabajo voluntario y poco conocido de los jóvenes que asisten a las colonias de verano

Escuelas católicas y parroquias reúnen a muchachos que imparten buenos valores a los más pequeños de Arica.

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Una mañana de intenso calor. La escasa brisa matutina hace que la jornada se vuelva aún más tediosa que de costumbre por las calles de una Arica azotada por el sol estival.

Miles de niños están libres tras un año de estudios y escuela, disfrutando en sus casas con el control del televisor en mano o con las tablets, las nuevas actividades de ocio en este siglo XI que avanza a pasos agigantados.

No obstante, nunca faltan las excepciones a la norma. Son cientos los pequeños y jóvenes que han decidido pasar los primeros días de enero dentro de sus escuelas.

No estamos hablando de libros y tareas. Los chicos merecen descanso, y eso es lo que un grupo de jóvenes ariqueños les ha ofrecido durante este verano.

Esta semana comenzaron las "Colonias de Verano", una actividad que realiza cada establecimiento educacional católico de nuestra ciudad, así como también algunas parroquias.

Estos grupos son liderados por muchachos entre los 16 y los 20 años, todos ex alumnos de los colegios e incluso amigos de un amigo quienes han visto en el voluntariado una forma no sólo de compartir con otros, sino de inculcar buenos valores a niños entre los tres y los trece años.

Durante la jornada, nos paseamos por distintos colegios para ver el desarrollo de las actividades y rescatar las historias de aquellos jóvenes que el ayudar al prójimo se sobrepone a la idea de descansar en el hogar o pasarlo bien en la playa.

Nuestro tour comienza en el Colegio San Marcos. Hasta el lugar han llegado cerca de noventa pequeños, residentes de la población Juan Noé en su mayoría.

Los niños están separados por grupos. Algunos bailan mientras otros realizan actividades lúdicas.

El coordinador de la actividad, Dylan Recabarren, quien acaba de egresar de cuarto medio del establecimiento, expresó que lo que más lo motiva (y a sus compañeros) son los mismos niños y sus rostros de felicidad a la hora de iniciar los juegos.

"Lo que motiva más que nada son los niños. Hoy en día se nota que falta algo de atención a los niños, más que nada es por eso que participo".

Dylan nos cuenta que cada vez son menos los voluntarios, o personal de servicio como los llaman, algo que hace algo más complicada la tarea de manejar a la gran cantidad de chicos.

Sin embargo, pareciera que el amor por lo que se está haciendo resulta ser más fuerte, algo que para todos es impulsado por la palabra de Dios, fundamento de estas colonias.

"Todo lo que nosotros hacemos es hablarles (a los niños) de Dios. Nosotros los formamos desde la fe", detalla Valentina Ramírez, colaboradora de 16 años.

En el Santa Ana se preparan para ir a la piscina. Allí, nos encontramos con Jonathan Astudillo, también de 18 años. El joven pertenece a la Colonia NAC Sagrado Corazón, agrupación que reúne a voluntarios del North American, del Colegio Santa Ana, de la Parroquia Sagrado Corazón y algunos universitarios.

"Inculcamos mucho lo que es la solidaridad entre ellos, el amor. Entregamos mucho amor durante esta semana, además aprenden sobre Jesús, que es el centro de todas las colonias", nos cuenta el monitor.

Manejar al grupo de colonos es bastante arduo. Muchos jóvenes incluso han tenido que hacerlas de hermanos mayores e incluso de padres, prestando atención a pequeños que deciden abrir sus corazones y contar los problemas que los acomplejan en casa.

Así nos relata Catalina García, joven que ha tenido que ser fuerte para no quebrarse con relatos de episodios de violencia intrafamiliar que viven alguno de los niños que llegan a las colonias.

"Hemos tenido muchos casos de chiquititos que han tenido problemas en la casa y para nosotros es súper fuerte tomar ese tema. Hay niños que a veces no almuerzan y comen con nosotros", nos expresa la voluntaria.

Jonathan agregó que "ellos nos ven como un referente que lo está ayudando. Ellos nos cuentan todo y nosotros nos guardamos sus historias".

Si bien las colonias de verano son instancias realizadas por los establecimientos ligados a la Iglesia Católica, en las mismas no hay distinción en cuanto a creencias.

Los pequeños participan todas las mañanas de catequesis, aunque si alguno no está de acuerdo se le respeta la opinión y se le permite ausentarse. La idea principal es poder fomentar buenos valores a los niños y poder enseñarles sobre cómo compartir y ser buenos con el prójimo.

En el Colegio Juan Pablo II Francisco Ayala es el coordinador. A sus 20 años, el joven no esconde lo gratificante que es para él el ver el rostro de los chicos al término de la jornada, lo que lo hace volver cada verano como voluntario. "Lo que más motiva es hacerlos sonreír. El último día es lo más gratificante. Su sonrisa y su felicidad es el premio al esfuerzo". J