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La mítica chatarrera que lucha por seguir en pie

Por más de treinta años, el negocio de Lidia Toledo ha convertido fierros y cables en dinero.

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Entre los fierros y metales, Ximena Oblitas nos cuenta la historia de su madre, una mujer que a los 78 años no puede arrepentirse de nada y sólo agradece a la vida el poder mantenerse vigente ejerciendo la profesión en la cual toda la familia se ha desempeñado.

En calle Capitán Ávalos es común encontrar chatarrerías, negocio que ha proliferado con el paso de los años. Sin embargo, para los ariqueños más antiguos y para los mismos chatarreros, el negocio más memorable es el forjado por la pareja de Josué Oblitas y Lidia Toledo.

Y es que los "gitanos"han estado en el lugar por más de treinta años, siendo hoy por hoy la chatarrería más antigua de toda la ciudad.

"En aquellos años estaban también las chatarreras de Fernando Mol y Francisco Gallo. Mi madre tiene 78 años y aún sigue siendo la cabeza de este negocio", expresa Ximena, quien a sus 38 años es administradora del recinto.

Millones de fierros, cables y electrodomésticos han ingresado por los portones de una tienda que perdura pese a los malos momentos.

La pareja comenzó como recolectores de basura, viajando constantemente al vertedero municipal para encontrar algo de valor para vender.

"En algún momento a mi papá se le prendió el foco y así comenzó este negocio", relata la hija. Los ocho hijos de Josué y Lidia han pasado por la chatarrera, siendo varios de ellos dueños de sus propios locales en distintos puntos de la ciudad, demostrando que el negocio familiar seguirá vigente.

Si bien hoy las chatarreras no viven su mejor momento, debido a que las empresas compradoras de material están en descenso, Ximena no puede pensar en una vida sin el negocio familiar.

- Antiguamente llegaban muchas cosas bellas. Estatuas de bronce, máquinas antiguas. Incluso una vez trajimos tres autos Mercedes, creo que de los 50'. Uno de esos lo aparté y hoy lo tengo en la chatarrera de mi hermano. Algún día me gustaría restaurarlo para adornar este local.

Los hombres y mujeres de la chataterría de Lidia Toledo deben reunir doscientas toneladas de metales, tanto livianos como pesados, los cuales luego son comprados por las grandes empresas.

Toda una tragedia fue aquella vez cuando 120 toneladas se incendiaron luego que una chispa del oxicorte saliera por los aires, lo que provocó un siniestro que rápidamente movilizó a bomberos.

"Afortunadamente sólo perdimos como cinco mil kilos de material en esa oportunidad, aunque el susto fue tremendo", relata Ximena.

La mítica chatarrería de la familia Oblitas Toledo no sólo afronta hoy las dificultades de un negocio saturado de oferta, además enfrentan conflictos por los cuales podrían perder los terrenos de los cuales han sido dueños durante todo este tiempo.

El anhelo de Ximena es que el negocio familiar perdure, incluso luego de la partida de su madre. "Deseo que este local no se olvide ni que la gente olvide a mis padres", confesó. J