Secciones

Lleva 40 años asegurándose de que no falten volantines

El resto del año trabaja en el muelle, pero septiembre es el mes que más gana vendiendo sus creaciones.

E-mail Compartir

Siempre en la misma intersección de las avenidas Diego Portales con Santa María, cada mes de septiembre se puede ver a Emilio Ahumada Fuentes, quien lleva 40 de sus 76 años, confeccionado y vendiendo volantines.

Se dio cuenta que en ningún lugar vendían cometas, así que comenzó a elaborarlos junto a su cuñado y encontró una veta de oro. Los primeros 9 años fabricaban más de 2 mil volantines juntos y se trasladaban en un triciclo a la misma esquina en la que ha estado estos 40 años.

Nacido y criado en Valparaíso, Emilio llegó muy joven a la ciudad, luego de una relación amorosa que no resultó. Para dejar en el pasado su ex vicio por el alcohol se radicó en la ciudad de la eterna primavera hace 47 años, fecha que coincide con el tiempo que lleva sin consumir licores. "Yo celebro el 18 de septiembre con asado junto a mi hijo, pero nada de alcohol", enfatizó.

Hace 40 años se dio una vuelta por prácticamente toda la ciudad y se dio cuenta que no vendían volantines en la fecha donde más resalta el patriotismo y las ganas de entretenerse con los juegos típicos chilenos.

"En ninguna parte vendían volantines, así que empezamos a fabricarlos con mi cuñado y salíamos con el triciclo a venderlos a los negocios. Empezamos comprando papel de volantín e íbamos a Azapa y sacábamos caña", recordó con alegría, mientras el viento costero soplaba entre sus creaciones como queriendo hacerlas volar.

En aquella época hacía entre dos y tres mil cometas, "pasábamos toda la noche y nos poníamos a ver tele", recuerda.

Los nueve primeros años que comenzó a instalarse en las esquinas para comercializar su producto, sólo lo hacía el 18 y 19 de septiembre. Era tanto lo que vendía que no alcanzaba a estar un día completo en la calle.

"Volvía en la mañana a la casa y me preguntaban porque llegaba tan temprano. Resulta que yo llegaba a instalarme y había gente esperándome para que le vendiera volantines, las cajas se iban de inmediato", recuérdame satisfecho de su negocio.

Su cuñado era el que sabía como fabricar los volantines y él seguía sus indicaciones. Con ilusión, pero insatisfecho, Emilio recuerda el volantín estrella de ocho puntas, "el más lindo y colorido".

"Él los hacía de todos los colores y con la bandera chilena. En las puntas se le ponían unas colas tricolores. Él sabía hacerlas, pero murió. Sólo un sobrino heredó esa fabricación, pero no le pido que las haga, porque está muy ocupado con su trabajo", dijo anhelando volver a ver aquel cometa.

El porteño que llegó a Arica no sólo vende volantines confeccionados por él mismo, si no que también comercializa cometas de plástico de diferentes tamaños, hilos para cada volantín, banderas chilenas y uno que otro accesorio para adornar el hogar, el auto o la oficina.

"Para elevar el volantín más grande que tengo, la gente tiene que usar el hilo que venden en las botoneras, uno que usan las abuelitas para tejer a crochet. También vendo ese hilo y aunque uno trata de romperlo no se puede", dijo con gracia picaresca.

La vida de Emilio ha sido marcada por los volantines desde su infancia, allá en Valparaíso, donde los vientos soplan con más fuerza.

"Cuando chico pasaba metido en los cerros encumbrando volantines hasta las nueve de la noche. Lo pasábamos maravilloso", recuerda con gusto y añade que en aquella época no se conocía lo que es el hilo curado y no habían tantos accidentes como ahora.

"Si los volantines quedaban atrapados en un árbol o edificio no nos andábamos encaramándonos para sacarlos, sólo lo dejábamos ir", dijo cuestionándose el actuar de los niños hoy en día.

Esta actividad, Emilio sólo la efectúa durante septiembre y reconoce que gana tres veces más de lo que gana cada mes en el año.

"Yo trabajo en el muelle, acerco y acomodo los botes de los pescadores. En promedio gano 10 mil pesos y hasta 12 mil, pero hay días en que no gano nada".

El volantinero comentó que siempre le ha gustado el comercio. En los años que lleva en Arica no sólo ha trabajado en el muelle, trabajaba en el Estadio, vendiendo bebidas, café y cuando se hacían las fondas, vendía vino navegado, el cual comenta le quedaba bien "rico".

"El comercio es lo que más me gusta a mí. Con mi triciclo me iba a las canchas a vender helados. En Valparaíso vendía pescado en una canasta grande que me ponía en la cabeza. Para que no me doliera me ponía un algodón y me iba caminando, nunca perdí el equilibrio", recordó.

Sin duda, por el tiempo que lleva haciendo este oficio, Emilio podría ser el rey del volantín en Arica.

Varias generaciones han pasado a su esquina a llevar un volantín para disfrutar de los vientos primaverales. Incluso su hijo ha crecido jugando en aquel espacio.

"Cuando era niño jugábamos con los volantines y la gente se motivaba para comprar porque veía como era el producto. Como muchos no sabían poner el hilo nosotros los ayudábamos", comentó su hijo.

Con los cientos de cometas que vende durante el mes, él es quien hace que los cielos de la ciudad se vuelvan coloridos y llenos de vida, tal cual los cuadros del pintor chileno Nemesio Antúnez. J

l A sus 76 años, Emilio Ahumada se ve de muy buena salud y estado. Sin embargo, recuerda que hace 11 meses tuvo el susto de su vida. Y es que le dio una taquicardia que lo mandó al hospital. Cuando el doctor le preguntó qué pudo ser, él respondió que fumaba tres cajetillas diarias. De aquél entonces no volvió a prender o inhalar, el humo de l cigarrillo.

"El 7 del octubre cumplo un año sin fumar y no pienso hacerlo más. Esa es la triste vida del volantinero", comentó con ironía y risa el porteño, quien a pesar de todo tiene un buen sentido del humor.