Nuestra región, y especialmente Arica, se encuentra cara a cara con un desafío que se está haciendo común a otras zonas del país. Se trata de la disminución en las reservas de los acuíferos. En el caso de nuestra zona, se trata de un problema particularmente inquietante, debido a que vivimos en medio del desierto más árido del mundo, que por estas latitudes, ofrece una pausa, un respiro, debido a los fértiles valles que lo interrumpen.

Sin embargo, el avance de la desertificación y el retroceso en las reservas de agua es uno de los problemas más serios que enfrenta el país, en múltiples dimensiones. Antes, por ejemplo, se decía que la zona fértil de Chile con sus característicos valles transversales comenzaba en la Región de Atacama.

Sin embargo, hoy esa zona enfrenta ya la crisis que viene de la mano con el agotamiento de las cuencas. La década pasada se declaró prácticamente agotado el valle de Copiapó, conocido siempre como el que daba inicio a la zona de los fértiles valles de nuestro país.

Ahora, los valles de nuestra región se enfrentan a un problema similar, que en este caso, se está anticipando de manera adecuada. La tendencia en la disminución de las napas y el agotamiento de los pozos necesariamente impulsa la búsqueda de nuevas fuentes de producción de agua potable.

Y es en este sentido en que se está trabajando en la construcción de una planta desaladora que pueda cubrir parte importante de la producción del recurso para el consumo de las personas. Es un tema tan importante, que el Estado no debe perder de vista. Si bien las concesiones para la producción y distribución de agua potable están en manos de privados, es un tema de país y de demanda pública.

Es una buena señal que en nuestra región los senadores tanto del bloque oficialista como de oposición, sumen fuerzas e interés en impulsar la construcción de una planta que aproveche el agua de mar.

Así también, que analicen los costos asociados e intervengan para que, si es necesario, el Estado también subsidie los costos que necesariamente vendrán de la mano con esta inversión.

En su Cuenta Pública, el Presidente Sebastián Piñera fortaleció el mensaje que hemos realizado desde el comienzo de su mandato, el llamado a trabajar unidos, y cito textual: "Cada vez que nos hemos unido detrás de una misión noble y compartida, hemos conquistado nuestras más hermosas victorias, y cada vez que nos hemos dividido, hemos cosechado nuestras más amargas derrotas". Como Gobierno, creemos fehacientemente en ese principio, y es por ello que constantemente hacemos el llamado a generar un trabajo mancomunado, trasversalmente, porque sólo gracias a ese trabajo, lograremos avanzar en un desarrollo armónico.

Y es en ese trabajo en conjunto en la que se sustenta la actual Consulta Indígena. Los pueblos originarios tienen mucho que opinar en este proceso porque son ellos los protagonistas de esta ley que tiene 25 años desde su promulgación, que nos permitió avanzar de manera significativa en derechos y reconocimientos de los pueblos originarios, pero que necesita urgente una actualización.

En nuestra región, el proceso se ha realizado de manera positiva, enmarcada en el respeto y sustentada en el diálogo. La Consulta Indígena es sumamente importante, ya que busca conocer la opinión y mirada de los pueblos originarios y comunidades sobre la ley indígena que queremos para el futuro.

Es importante señalar que como Gobierno no pretendemos imponer una idea, que nuestro sustento de gestión pública está basado en escuchar, dialogar, consensuar y llegar a acuerdos, que nos permitan enfrenar los desafíos del futuro con un instrumento jurídico actualizado y robusto para los pueblos originarios, que nos posibilite seguir avanzando en su reconocimiento y garantía de derechos.