De acuerdo a lo que se indica en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, "todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión".

De esta manera, se establece que la libertad de expresión es un derecho fundamental. Y es este derecho el que sienta las bases para la libertad de prensa, cuyo día se celebra en todo el mundo cada 3 de Mayo, a instancias de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

La libertad de prensa es fundamental para el buen funcionamiento de la sociedad, especialmente en democracia. De hecho, es una de sus características distintivas. No existen sociedades democráticas propiamente sanas, en las que la libertad de prensa se vea amenazada, o hasta suprimida.

"Ninguna democracia está completa sin acceso a información transparente y fidedigna, que es el pilar clave para crear instituciones justas e imparciales, hacer que los líderes rindan cuentas y decirle la verdad a las autoridades". Estas palabras corresponden al secretario general de la ONU, António Guterres.

Hemos visto como en nuestro país, la prensa se ha transformado no sólo en un medio para democratizar las voces. También se ha convertido en un ente fiscalizador y que ha sido capaz de poner en la agenda nacional temas de enorme importancia, algunos de los cuales han permitido descubrir desde irregularidades, hasta delitos que marcan a toda la sociedad.

Sin embargo, como toda libertad, la libertad de prensa también exige una enorme cuota de responsabilidad y seriedad, honestidad y transparencia. En una sociedad hiperinformada, a través de distintos medios y canales, muchos de ellos informales como es el caso de las redes sociales, hoy la prensa seria tiene la tarea de mantener la credibilidad como principal valor. La lucha por la imparcialidad y la seriedad son también hoy fundamentales.

El mundo y Latinoamérica en especial pasan una vez más momentos complejos, pues los estados miembros del sistema internacional viven tensionados entre sus parámetros de vida democrática interna y las relaciones que establecen con los mercados internacionales y el orden global. Puesto así podemos decir que ningún estado en el mundo es absolutamente autónomo en su devenir cotidiano y en sus redes de relaciones locales - mundiales. A decir del Jurista y filósofo italiano Norberto Bobbio, la Democracia está definida con referencia a los problemas de quien ostenta titularmente el ejercicio del poder político y como se relacionan gobernantes y gobernados. Reflejo es para el mundo contemporáneo y para la sociedad compleja un modo de vida y organización política como la Democracia, a través de la cual la vida social de un país transita y en la que el soberano mandata quien lo gobierne.

Siglos atrás la Democracia tuvo sus orígenes en la Grecia Antigua cerca del año 610 A.C. y con las leyes de Dracón y Solón se inició este largo camino. Hoy observando nuestro entorno continental vemos crisis sostenidas que desde la esfera económica tensionan los climas sociales internos como el caso de nuestro vecino Argentina, y una compleja situación política, institucional y social en el caso de Venezuela.

A modo de contrapunto, en Chile los ideales y prácticas democráticas de gobierno han durado, con lapsos conocidos, un gran rango de tiempo. Importante entonces es cuidar lo que tenemos, frenando a tiempo cualquier disrupción que lesione la credibilidad de nuestras instituciones, en donde gobernantes y gobernados se articulen en la diversidad, debatiendo ideas y consolidando proyectos de carácter estratégico y con visión de Estado.

Y ahí, Chile tiene la obligación de marcar la diferencia.