¡Yo soy Mamani!
Han pasado días, pero aun resuena la fuerza descomunal del Inti Ch'amampi, o Carnaval con la Fuerza del Sol, manifestación deslumbrante, explosiva, colorida, en su mayoría de la alegría, las tradiciones, las costumbres, los bailes, cantos y danzas de los diversos pueblos aymara de la precordillera de Arica-Parinacota, que confluyen en el tiempo del estío, cuales ríos desbordantes, por las calles de nuestra ciudad, para desembocar en medio de ese enorme mar humano que los recibe al pie del Morro, vernáculo cerro tutelar. Los orígenes de estas trascendentales costumbres se pierden en el tiempo, pero se mantienen incólumes por la transmisión cultural de padres a hijos, en una cadena sanguínea interminable.
A estas alturas, el carnaval ha acogido, además, aportes de otras culturas y también a participantes de otras etnias y razas, que enriquecen el vistoso espectáculo que año a año celebran multitudes locales y foráneas que llegan a disfrutar del gigantesco espectáculo.
El carnaval es una gran riqueza local. Allí no importan las diferencias sociales, políticas, religiosas, o de cualquier índole. Por ello es que no se puede aceptar, ni ahora ni nunca, cualquier tipo de discriminación que pretenda atentar en contra de su multiplicidad cultural.
Hay algunos que, "escandalizados" y despectivamente, aparecen "denunciando" que el evento se ha transformado en una actividad de "indios" o de "paitocos", o de razas foráneas, pretendiendo con ello manifestar una superioridad social o de otro tipo, que a estas alturas es extemporánea, racista, clasista y, en fin, estúpida.
Por todo lo expuesto, es que yo me sumo con total convicción, con pasión, vehemencia y emoción, a la declaración de principios manifestada por comunicadores sociales a través de diversos medios de expresión: ¡Yo soy Mamani! ¡Yo soy Aymara! ¡Yo soy ariqueño, nortino, chileno, hijo del planeta Tierra, como hogar universal de todos sus habitantes! ¡Yo soy Carnaval!