Nuestra región vive un momento muy especial en su corta historia como tal. Este es el momento en donde comienzan a confluir las formas cómo una comunidad con tanta historia, puede vivir el presente, pero de cara al futuro y sin abandonar su potente pasado. Es un momento especial porque impone desafíos, pero que involucran el compromiso primordial de no renunciar al arraigo ni a las tradiciones que dan sentido al ser ariqueño. De hecho, es el momento de echar mano a toda la cultura que nos caracteriza e identifica, para recoger lo mejor de ella y seguir adelante.

Este año 2018 que se va, ha estado marcado por una serie de adelantos que han sido largamente esperados, y que tiene que ver con obras públicas relevantes, como el inicio de la construcción del embalse de Chironta, una obra que llevaba décadas en el plano de las intenciones.

Sin embargo, queda también el desafío planteado respecto a un tema que tiene mucho que ver con el desarrollo regional desde el sector público: el gasto presupuestario. Nuestra región ha presentado problemas en este sentido, en un hecho que se ha repetido en otras ocasiones.

Con tanto que hacer en la región, el sector público tiene un protagonismo ineludible. De ahí que los retrasos y problemas en general que se han dado históricamente en la ejecución presupuestaria de Arica y Parinacota, no son fáciles de sumir.

Pero no todo está en manos del sector público. Este 2018 se ha caracterizado por un intenso dinamismo desde el mundo privado. Arica se unió a la era de los malls y también cuenta con un "power center", ambos cara a cara. Se trata de centros comerciales que también dinamizan la economía.

Nuestra ciudad comienza a lucir distinta. Sin embargo, los esfuerzos finalmente más importantes vienen desde una comunidad local que protege y promueve la belleza y el atractivo de Arica. Los grandes cambios a la ciudad deben venir desde el corazón de su sociedad, que valore, potencie y resguarde lo que tenemos, y todo aquello por lo que se ha trabajado y se sigue trabajando.

La sustentabilidad económica de los pueblos que habitaron la zona centro sur andina, dependía de su capacidad para tener presencia en la mayor cantidad de ambientes ecosistémicos posible, lo que aseguraba el acceso a una mayor diversidad de recursos.

El antropólogo John Murra, analizando la distribución espacial de los Curacazgos Aymaras Preincaicos (Qollas, Lupacas, Pacajes, Carangas, Soras, Caracaras, Quillacas, Chichas, entre otros), descubre un sistema político, social, económico y cultural, que denominó Control Vertical de Pisos Ecológicos, dado que éstos se estructuraban de acuerdo a un patrón altitudinal.

Las jefaturas étnicas, situadas en el Altiplano (ganadería de camélidos), enviaban familias a ocupar ambas vertientes de los andes, a saber: Selva (maderas, frutas), Yungas o Seja de Selva (coca, yuca), Sierra o Precordillera Occidental (papas, quinua), Valles Occidentales (maíz, algodón) y Litoral Marino (pescados, mariscos y wanu). Las colonias aseguraban su sustento, y el excedente, lo enviaban a sus jefaturas altoandinas, desde donde se redistribuían hacia todos los pisos ecológicos.

Se configuró así, un sistema de reciprocidad, complementariedad y redistribución de recursos, sustentado en una movilidad espacial latitudinal: este-oeste. Los grupos étnicos, se difundieron en el espacio andino, como un verdadero archipiélago vertical, con una particular ocupación multiétnica de los ambientes ecosistémicos. Según el maestro Jorge Hidalgo, en el valle de Azapa, a la llegada de los europeos, había alrededor de 13 Grupos Étnicos diferentes, con una convivencia no muy pacífica, marcada por disputas territoriales y conflictos por el control del agua.

Con la incorporación de estos territorios al estado chileno, se crea una frontera artificial y se impone un nuevo eje relacional: longitudinal sur-norte. La Región debió renunciar a su vinculación andina y adoptar las características de un enclave distante, con una estructura de dependencia centro-periferia, que explicaría su detrimento y desigualdad económica, subordinada a subsidios y exenciones tributarias de la metrópoli.