EN RESUMEN
"Roma", producida por Netflix, es una de las películas más esperadas del último tiempo. La dirige el mexicano Alfonso Cuarón.
"Roma", producida por Netflix, es una de las películas más esperadas del último tiempo. La dirige el mexicano Alfonso Cuarón.
El mexicano Alfonso Cuarón hubiese sido un interesante objeto de estudio décadas atrás, cuando la crítica cinematográfica estaba empeñada en establecer qué define a un "autor".
Y esto es porque su carrera siempre ha serpenteado en distintos flancos. Veamos. Su debut, la comedia "Solo con tu pareja" (1991), lo instaló en un circuito de cine independiente carente de grandes ambiciones pero le abrió las puertas de la gran industria.
Ahí pudo realizar "Little princess" (1995), basada en una novela infantil de la escritora británica Frances Hodgson Burnett.
Luego vino "Great expectations" (1998), con Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow; un regreso a México con "Y tu mamá también" (2001); un trabajo por encargo para la saga de "Harry Potter" y un salto en grande hacia la ciencia ficción de alto presupuesto con "Niños del hombre" (2006) y "Gravedad" (2013).
La pregunta inevitable es: ¿hay un sello personal de Cuarón que atraviese todos sus ejercicios de estilo? "Roma" nos demuestra que sí. En ella encontramos los largos travelling, los movimientos de masas y las escenas de partos de "Niños del hombre"; también, el interés por la infancia de sus películas familiares y la revisión del contexto socio-político mediante dramas intimistas, como lo hizo en "Y tu mamá también".
La gran diferencia con todas las producciones anteriores es, sin embargo, la libertad que adquiere un Cuarón que decide derribar las estructuras de género para hundirse en sus propios recuerdos y recrear las sensaciones del pasado.
Lo primero que atrapa de "Roma" es su sensorialidad, la forma en que el cineasta construye evocaciones melancólicas a través del sonido del afilador de cuchillo, el agua el balde de limpieza o los sonidos de la ciudad. La operación no es muy distinta a la de Fellini con "Amarcord", porque el objetivo es volver a la infancia a través del cine, aunque el resultado sí lo es.
A diferencia del italiano, Cuarón no acoge las fantasías ni los sueños. Su apego a las formas, dinámicas y texturas del mundo es absolutamente realista, como si la poesía se escondiera detrás de todas las cosas. Es una aproximación cuasi panteísta a un mundo material que, de tanto en tanto, es capaz de ofrecer bellos accidentes.
Este despliegue de epifanías audiovisuales en blanco y negro potencia una historia sencilla: las vicisitudes de una sirvienta indígena que trabaja puertas adentro en el hogar de una familia de clase media (inspirada en la del propio Cuarón). Son las penas y alegrías de una mujer buena en tiempos de revueltas sociales ("la dignidad de los nadies", como diría Pino Solanas).
"Roma" es la consolidación definitiva de Cuarón, un nuevo triunfo del cine.