A más de un mes de que se concretara el descenso de San Marcos de Arica a la Segunda División, el momento que vive la institución en general comienza a dejar en evidencia las enormes diferencias que significa estar lejos de las categorías más competitivas.

Mientras los ojos de los aficionados y del mundo deportivo nacional, en general, se concentran en los mercados de pases y como los diferentes equipos se comienzan a potenciar con miras al próximo torneo, el elenco ariqueño aún no define siquiera si podrá ser o no parte de una competencia dura.

Y es que la llamada "segunda División profesional" se encuentra en una zona entre el fútbol profesional y las competencias que forman parte de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur, por lo cual el objetivo es claramente dejar el fondo del pozo para retornar rápidamente a la Primera B. Pero es una lucha por la que va el resto de los participantes, algunos de los cuales ya tienen planes definidos, van por el mismo objetivo.

Uno de los desafíos más grandes que debe enfrentar el Bravo, tiene que ver con los recursos que tendrá para poder armarse de cara a la competencia y pensando en subsanar las deudas que tiene especialmente con la municipalidad, por concepto del uso del Estadio Carlos Dittborn. Este hecho ha motivado que el club se incline por dejar de utilizar el estadio mundialista, para trasladar su localía hasta el estadio de Canadela. Este hecho es sintomático respecto de la realidad que vive la institución.

En enero comenzará a haber más certezas respecto al futuro del club en el fútbol, esta vez, de la Segunda División. Certezas que tendrán que ver con la conformación del equipo, recursos y otros aspectos tan domésticos como es el caso del escenario en donde jugará.

Pero también debe existir plena certeza respecto a las fórmulas que tendrá la institución para reencantar al hincha con el club. Hoy, lamentablemente, pareciera que la comunidad en general no llora ni extraña al Bravo. Y ese síntoma es preocupante, para la institución y para las venideras participaciones de nuestro "embajador" en el fútbol nacional.

El año que se va deja una lección que ha detonado una crisis internacional, que más allá de la cáscara superficial de los análisis, refiere al tipo de sociedad que aspiramos proyectar.

Me refiero a los fenómenos migratorios en los cuales más allá y más acá de las fronteras soberanas de los Estados Modernos, se permite o restringe habitar un territorio acudiendo a normas internas, que si no se comprometen con fenómenos globales nos alejan de la profundidad real del tema.

Cifras del Banco Mundial estiman para los próximos 20 años el aumento en 200 millones de migrantes, no solo por razones económicas, políticas o bélicas, sino también por los llamados "desplazados climáticos", fenómeno donde se interroga de fondo el Modelo de Desarrollo y la sustentabilidad del planeta, crisis del cambio climático y la estructura alimentaria mediante.

No olvidemos que miles de años y siglos atrás luego de las oleadas migratorias que poblaron nuestra América, fue el soberano monarca o el superior entre algunos, quien en nombre de algún elevado oráculo y credo privatizó la tierra y le puso cercos, que al paso de los siglos se llamaron fronteras. De los clanes y tribus que libremente circularon por los confines de nuestro antiguo planeta e hicieron prehistoria en búsqueda del alimento, vinieron las aldeas, luego las ciudades y al fin los Estados Modernos que cercaron territorios y capturaron proféticamente el agua, el aire y el suelo en nombre de un bien superior.

Que estas letras de fin de año nos recuerden como seres humanos cuan frágil es nuestra existencia en este mundo en que cabemos todos. Basta que la naturaleza exprese de cuando en vez su disconformidad con el actuar del ser humano, y nos recuerde que "somos polvo de estrellas", como dice don José Maza.

Enhorabuena, feliz 2019.