Cuatro viudas saldan las deudas de sus maridos
Esta semana se estrenó el nuevo largometraje del británico Steve McQueen, un thriller protagonizado por Viola Davis y Liam Neeson que ya huele a Oscar.
Quien quiera acercarse a la filmografía del británico Steve McQueen debería comenzar por la veintena de cortometrajes que realizó desde "Bear" (1993), una reflexión sobre la raza, el erotismo y la violencia que fue adquirido por la Tate Modern. Luego tendría que seguir con "Hunger" (2008), su brillante ópera prima, centrada en una cárcel de máxima seguridad en Irlanda del Norte, continuar con "Shame" (2011) y la oscarizada "12 años de esclavitud" (2013). Ese trayecto ya definiría la curva de producción de un cineasta que comenzó experimentando desde la filosofía autoral (en esos años, en entrevistas, hablaba de la fuerte influencia de las películas de Andy Warhol y el cine trascendental de Carl Theodor Dreyer y Robert Bresson), pero terminó acomodándose a los requerimientos de la gran industria.
"Viudas" es producto de ese aterrizaje en el mainstream. Cuenta con la producción de gente que ha trabajado en películas oscarizadas ("Tres anuncios por un crimen", "El discurso del rey", "Birdman"), un guión de Gillian Flynn ("Perdida"), una banda sonora compuesta por Hans Zimmer ("Gladiador") y un reparto liderado por Viola Davis, quien el año pasado ganó un Oscar por su actuación en "Fences".
Por supuesto que esta suma de nombres no hace pecado, pero vale la pena analizar qué ha perdido McQueen en su distanciamiento de la independencia. Lo cierto es que su habilidad para componer escenas de fuerte carga emocional, cierto gusto por la provocación y su obsesión por la corporalidad siguen presentes, pero su entrega a las reglas del género le arrebata, de alguna manera, el aura que había ganado con sus propuestas más autorales.
Las primeras escenas nos muestran los pormenores de un robo planeado por un grupo de delincuentes liderados por Harry Rawling (Liam Neeson). Es una misión que sale mal y termina con todos los asaltantes muertos en manos de la policía. La película seguirá entonces a sus viudas: Veronica (Davis), una mujer negra, casada con Rawling; Linda (Michelle Rodríguez), una latina que tras la muerte de su esposo pierde el negocio en el que trabaja y Alice (Elizabeth Debicki), una joven altísima, de ascendencia polaca, cuya vida deja de tener sentido sin su pareja, quien además era su proveedor. Son tres mujeres muy distintas que deben lidiar con el luto al mismo tiempo que reciben amenazas de un mafioso que reclama su parte por las operaciones de los maridos muertos. Ellas, entonces, buscarán cómo concretar el robo.
Que el mafioso sea un aspirante a alcalde le permite a McQueen desarrollar la corrupción en la política junto con otros temas actuales como el racismo y el empoderamiento femenino. Esta apropiación de asuntos de agenda lleva al director a buscar soluciones políticamente correctas que, sumadas a ciertas artificialidades en la representación (la crudeza de Chicago está muy filtrada por Hollywood), debilitan una apuesta que, de todas formas, funciona como una eficaz muestra de thriller de acción y melodrama.