Los jóvenes que buscan un cambio con la escuelita de los campamentos
Favio Araya, Marjorie Mamani, Millaray Flores y Marlene Pastén asisten cada sábado a brindar clases a los niños de Esperanza 2001 y Coraceros. No cuentan con recursos económicos, pero las ganas y motivación les sobran.
Los hermanos Jazmín (9) y Josué (7) Estrada asisten cada sábado a la escuelita que formaron los 4 jóvenes en la sede del Campamento Esperanza 2001, quienes decidieron seguir con la labor de voluntariado que realizaban en la Fundación Techo (Un Techo Para Chile), a pesar de que esta institución cerrara sus oficinas en Arica, en marzo de este año.
La mamá de los niños, Yessenia Huallipe, dice que el trabajo que realizan las jóvenes ha sido esencial. "Cuando ellos supieron que no seguía Techo y que no iban a ver más a las tías se pusieron a llorar. Como mamá me han ayudado mucho, hablo con ellas cuando tienen pruebas formativas, les refuerzan materias. Las clases son aproximadamente de las 4 a las 6 de la tarde, es muy lindo que sigan con esta labor, vivimos hace 5 años acá y llegamos por los altos costos de arriendo que nos pedían".
La misma opinión comparte Liliana Ayca, quien tiene 3 hijos, de los cuales Camila de 8 y su hermano Juan Pablo, de 3 años, asisten cada sábado a la escuelita.
Su hijo menor, de 2 años aún no asiste, ya que es muy pequeño. "Aprenden matemáticas, distintas actividades, también han ido de paseo y no se quedan aburridos en la casa, porque juegan. Para mí es un alivio, porque trabajo los sábados y ellos se pueden entretener ahí. Las tías los pasan a buscar y los llevan a la casa, existe una gran confianza", destaca la mamá.
Camila dice que es muy entretenido asistir y confiesa que le gustaría que fuera su hermanito más pequeño, "pero aún es muy chiquitito", cuenta riendo.
Marjorie Mamani, Marlene Pastén, Millaray Flores y Favio Araya se conocieron como voluntarios de Un Techo Para Chile, donde colaboraron en distintas acciones sociales en los campamentos Coraceros y Esperanza 2001.
Pero cuando esta fundación decidió cerrar sus oficinas en Arica por razones económicas, en marzo de este año, sus destinos y decisiones comenzaron a unirse con la finalidad de seguir con los talleres educativos de los sábados en la tarde, actividad que anteriormente se llamaba "Nuestra Sala".
Así, estos 4 jóvenes decidieron formar la agrupación "Somos Agentes de Cambio" y seguir con el voluntariado educativo de forma independiente, labor que llevan adelante con recursos propios, ayuda de familiares y de personas que colaboran esporádicamente.
Voluntariado
Marjorie Mamani (26), técnico en Educación Especial y estudiante de Sicopedagogía, es la encargada del Campamento Coraceros y cuenta que anteriormente había postulado para irse a una misión a África y no quedó seleccionada.
Al día siguiente se encontró con una actividad de la Fundación Un Techo Para Chile en la cual se repartían volantes para los trabajos del 2016. Postuló y se involucró de lleno en el voluntariado. Recalca que siempre le interesó el área de educación y destaca que "nosotros no hacemos caridad, sino que trabajamos en conjunto con la comunidad".
Explica que en la escuelita que realizan los sábados, los niños hacen tareas, pintan y comparten con sus pares. Muchas veces llevan a sus hermanos menores, porque también quieren que sean parte de esta actividad.
"Hay mucha gente que nos critica, pero para nosotros lo más importante son los niños. Sabemos que hay distintas realidades, pero no hace ningún mal educar a los más pequeños y brindarles la posibilidad de una distracción positiva con más niños y entregarles una experiencia que recuerden con alegría".
Marlene Pastén (22) cursa el quinto año de Sicología en la Universidad de Tarapacá y se unió al voluntariado en Techo en marzo de 2017. Ella es la coordinadora de las clases en el Campamento Esperanza 2001.
Una de las experiencias que la marcó en la tarea que lleva a cabo, fue la época en que por temas personales tuvo que dejar su labor de voluntaria durante un mes. Asegura que fue un periodo muy fuerte para ella, ya que los lazos de cariño y confianza que se forman con los niños no son fáciles de olvidar ni de romper.
"Volví al campamento por un electivo de la Universidad y cuando los niños me vieron, me dijeron que estaban muy contentos de que hubiera vuelto, me abrazaron y me puse a llorar por la emoción que tenían ellos de verme nuevamente. Una de las niñas me dijo que ella había rezado todas las noches para que volviera y que, en ese momento, al verme, volvió a creer en Dios".
Luego de eso, Marlene volvió y se reintegró al voluntariado de forma permanente.
Millaray Flores es la más joven de Somos Agentes de Cambio, tiene 17 años y cursa el Cuarto Medio en el Arica College.
Comenzó su labor de voluntaria en 2016, por una captación que realizaron en su colegio. Se inscribió con una amiga y dice que siempre le llamó la atención la parte educacional. Decidió seguir a pesar de que Techo se fue, porque el cariño y la conexión especial que tuvo con los niños fue su mayor motivación para seguir adelante y unirse al trabajo independiente.
"Ellos son muy tiernos, nos dicen tías, nos cuentan sus cosas, muchas veces han llorado con nosotros, incluso pienso que si se van del campamento los seguiría viendo", confiesa emocionada.
Favio Araya (22) es el único hombre de Somos Agentes de Cambio. Estudia Geología en el CFT Tarapacá y fue voluntario de Techo desde el 2015 al 2016. Recuerda que se inició en una colecta para envolver regalos en el centro, luego se fue a Calama, donde también participó en la Fundación Techo.
Regresó este año a Arica, supo que Techo ya no seguía y decidió integrarse a la organización independiente.
"Los niños son de una mentalidad muy fuerte. A ellos les gusta mucho ir a las clases, se sienten alegres, eso se nota y por eso nos gustaría que crezca. Es una bonita labor, ojalá nos lleguen más manos de voluntarios para seguir. Destaco nuevamente que no hacemos caridad. Los mismos niños nos han dicho que ellos cuando grandes quieren hacer lo que hacemos nosotros y eso nos llena de felicidad".
Los jóvenes agentes de cambio concuerdan que lo más urgente para seguir con su labor es contar con más voluntarios para abarcar más campamentos, ya que ellos contabilizan 7 en total: Areneros, Coraceros, Esperanza 2001, Villa Frontera, Alto del Valle, Chatarreros y Oasis del Desierto. No se rigen por la información del actual catastro de Serviu sobre los campamentos en Arica, ya que su última actualización fue en 2011.
Entre las dificultades que han debido sobrellevar, recuerdan que este año a la sede donde hacen clases en el Campamento Coraceros, les robaron las paredes del cierre, luego se encontraron sin una puerta y después llegaron y no habían mesas ni sillas, previo a eso ya les habían robado la pizarra.
A pesar de la falta de artículos esto no fue una excusa para cancelar la clase, como pudieron se consiguieron implementos para seguir adelante y enseñar a los niños.
Dicen que actualmente quedan 13 niños en Coraceros y que la sede donde realizan las clases fue tomada, pero la familia que la ocupa no les pone impedimento para seguir desarrollando la escuelita los sábados.
La consigna de estos 4 jóvenes es que seguirán sus labores en el Campamento Coraceros hasta que no quede ningún niño. "Si llegaran a quedar 2 niños los trasladamos hacia Esperanza 2001 donde hay más, pero nos quedaremos hasta el final trabajando con ellos".
Ahora tienen planes de organizar una fiesta de Navidad para los niños el 18 de diciembre y están evaluando algún lugar para hacer la actividad y gestionando los regalos para ellos, para lo que aún necesitan colaboración.