El hombre que se enfermó de fútbol
Para el entrenador Claudio Quintiliani no hay medias tintas: o se vive el deporte con pasión o simplemente no se vive. Por eso ha intentado de todo para que sus dirigidos plasmen sus ideas en la cancha, incluso el hipnotismo. Este DT admirador de Hernán "Clavito" Godoy propone el juego ofensivo a lo Bielsa.
Restan minutos para que comience el entrenamiento matinal del club de fútbol Pumas FC de Melipilla y su director técnico Claudio Quintiliani Valverde llega a la cancha de la Universidad del Pacífico.
Viene de Santiago. Se demoró unos 45 minutos a bordo de su fiel motocicleta Loncin. Al final del día sacará las cuentas y verá que el viaje ida y regreso a la capital le costó 4 mil pesos.
"En la camioneta me saldrían $15 mil. No hay dónde perderse", confiesa.
Quintiliani se acomoda, saluda al plantel de futbolistas y rápido comienza el trabajo. Los 30 grados de calor hacen mella en los jugadores que corren para todos lados. Son jóvenes menores de 23 años, energía les sobra para mostrar la intensidad que el profe exige.
"¡Sigue!, ¡sigue!... ¡No pares...!", grita a todo pulmón desde un costado de la cancha.
Fija rápidamente su atención en el número 11 del equipo rival. Un chico de 19 años, cara blanca, pelo rubio, flaco y de canillas delgadas. Es rápido y encarador, cachañero y atrevido. "Es valiente porque mete. Me gusta. Es rapidito y puede desbordar. ¿Sabes cuántos penales me podrían cobrar con un delantero así? Le diré que venga mañana".
Hincha
Claudio Quintiliani Valverde, santiaguino de nacimiento, hijo de padre italiano del cual heredó la pasión por el balompié, futbolero desde que nació, hincha de Audax Italiano por sangre, pero de Ferroviarios por elección...
No es fácil ser hincha de un club de 102 años, la mayoría de los cuales los ha pasado en los potreros en un lánguido y duro caminar por torneos de segunda, tercera y cuarta división. "Amo a Ferroviarios. Logré grandes campañas sin ni uno, trabajando gratis. Cuando quedaba la embarrada me llamaban para entrenar y yo estaba ahí. Agarraba el equipo destruido anímicamente y lograba levantarlo. La última vez estuve cinco meses sin que me pagaran y dije no más", cuenta.
Siempre DT
Sentado a la mesa de un restorán melipillano, una de esas picadas simples y de buena sazón que se llenan de clientes por sus buenos platos y por los precios amables con el bolsillo, Quintiliani se explaya.
Como periodista cliente habitual del lugar, le sugiero el asado, una carne al jugo cocida por horas y horas, que se corta con el tenedor y que se saborea largamente.
"Ese me gusta", le señala al garzón.
"Pero que sea con ensaladas, ¿Puede ser con papas mayo y tomates? Esa combinación es buena", le dice al joven que atiende.
No se va a arrepentir, le aseguro.
El DT responde: "Me gustan estas picadas. Aquí me siento bien. Yo siempre he sido de lugares como este, pero también he comido en restoranes de mantel largo".
Llegan los platos. No fallan.
"Bien buena la carne. Ahora vendré más seguido por acá, buena la picá", comenta satisfecho.
De vuelta al fútbol, confiesa: "Desde los seis años tenía claro que quería ser entrenador de fútbol".
-¿En serio?, ¿cómo así?
-Resulta que mi papá tenía un equipo de fútbol en Estación Central y a veces los jugadores no llegaban a los partidos, muchos porque la noche anterior se habían caído al frasco. Mi viejo llegaba a llorar. Yo le decía: no llores papá, cuando sea grande voy a ser entrenador y ahí los jugadores no van a fallar.
-¿Y así fue?
-Claro. Iba a todas las canchas, entrenaba a equipos de barrio ahí en la Asociación General Velásquez (comuna de Estación Central), donde juegan los choros, choros de verdad.
Y añade: "Entrené a varios equipos, todos amateur, damas y varones. Me fue bien, siempre me ha ido bien, pero nunca he tenido un equipo con recursos para pelear los torneos, siempre clubes donde no había nada y así, con todo en contra, logro resultados. Por eso me piden de todos lados. Antes de firmar en Pumas de Melipilla me llamaron de cuatro clubes, pero me decidí por esta propuesta porque le creí al presidente. Ojalá no me equivoque".
Velocidad
Quintiliani le da un corte a la carne y la disfruta. Bebe algo de bebida sin azúcar y recuerda que tuvo una época en que fue piloto de carreras.
"Tenía mi auto y fui campeón nacional en los años 80. Hacíamos de todo con el auto. Me decían que el automovilismo era una cosa de ricos, pero yo insistía. Aprendí mecánica. Buscábamos las piezas de segunda mano, acomodábamos lo que teníamos y aun así les gané a los demás. Claro que también por el automovilismo quedé todo quebrado".
-¿Económicamente?
-Sí y físicamente también. Pero bueno, así son las cosas.
-Profe, ¿cuál es su filosofía de juego?
-Me gusta la entrega y la actitud. En mis equipos todos corren. Podrán no ser jugadores dotados técnicamente, pero tienen que correr. Es la única forma de enfrentarse a equipos mejores.
-¿Y le responden a esa exigencia?
-Por supuesto. Cuando ven resultados me creen, a pesar de no haber sido futbolista. La base de mi credibilidad son mis entrenamientos y, además, que leo muy bien el juego. Demuestro ser capaz a pesar de tener una cagá de cuerpo. Soy capaz de tener un liderazgo que contagia, pero la calidad del trabajo va a demostrar si tenís o no la razón.
-¿Tiene su pizarra como "Clavito Godoy"?
-Tengo mi librito. Mi equipo juega con mi estilo y tengo cosas del "Clavo". Lo conozco muy bien, iba a mi casa.
-¿En serio?
-Claro, de chico andaba en el bus con el primer equipo de Audax. Iba a las concentraciones, a todos los partidos. Me gusta el estilo del "Clavo", me identifico con él, con su forma de ver el fútbol.
Hipnosis
Quintiliani conoció los secretos de la Programación Neurolingüística (PNL) y probó con la hipnosis para tener resultados con sus dirigidos y dirigidas.
"Comprobé el poder de convencer a través de la palabra a las personas. Lo apliqué en mis jugadoras. La PNL es una ciencia que determina cuáles son los factores clave que tenían los líderes para convencer a las personas. Lo estudié cuando estaba en la Escuela de Mecánica. Hipnoticé a un compañero y me resultó. Después me costó más que la cresta que despertara. Le decía que a la cuenta de tres despertara y no pasaba nada. Hasta que le dije que a la cuenta de tres y con un suave toque en su mejilla tenía que despertar. Le conté, uno, dos, tres y le pegué un medio charchazo. Ahí reaccionó el weón, jajaja".
-¿Cómo lo aplica con las jugadoras en sus equipos femeninos?
-A unas jugadoras las convencí que tenían que cuidar la pelota, no perderla tan luego.
-¿Funcionaba?
-Sí, noté que mejoraban. Con Ferroviarios femenino jugamos con la selección chilena que dirigían Ronnie Radonic e Ignacio Prieto. Les mostré a cinco jugadoras que tenía hipnotizadas en mi camarín y me miraron con dudas. Les dije que podían adoptar el sistema con un sicólogo deportivo porque las chiquillas cumplían a la perfección las instrucciones. En el partido, cuando íbamos ganando 3 a 1, el "Nacho" no quiso seguir jugando porque según ellos podrían lesionar a sus jugadoras, pero les estábamos dando un baile. Esto es verídico, tenís que contarla.
-¿Tenía alguna contraindicación?
-Sí, las chicas quedaban muy pasadas de revoluciones. Con las pulsaciones muy altas. Había que bajarlas. A Francisca Lara, la goleadora histórica del fútbol femenino nacional, le apliqué la misma técnica, ella entendió y mira donde está ahora, a punto de jugar un Mundial.
Enfermo
Claudio Quintiliani se califica como un apasionado del fútbol; es más, llegó a estar enfermo de fútbol.
-¿Alguien puede enfermarse de fútbol?
-A mí me pasó. En mi casa tenía dos televisores con esas caseteras antiguas de VHS, grababa todos los partidos que podía. Tenía una cámara de TV con la que me filmaba a mí mismo haciendo los análisis de los juegos. Tenía cajas y cajas de revistas, análisis de futbolistas, campeonatos, el esquema de juego de mis equipos rivales, etc., etc. Me preparé mucho, de un weón choro pasé a ser otro con el fútbol. Llegó un punto en que era mucho. Estaba todo el día en eso. Veía todo el fútbol que podía, pero ahora cambió la cosa con internet.
-¿Es más fácil?
-En Youtube encuentro los partidos de los rivales. Veo qué jugadores son más rápidos, cómo marcan, quiénes suben , cuál es su velocidad, quién hace el cambio de juego, cómo es el arquero... Para ganar hay que ser estratega.
-¿Y si sabe tanto, cómo no ha llegado a un club grande?
-Es que me gusta lo amateur. Además nunca he tirado un currículo, nunca he ido a hablar con un dirigente de los capos para decirle cómo juegan mis equipos, cómo son mis sistemas. No tengo esos contactos.