El mítico guardián de la ex Isla cerró para siempre su libro de historias
A los 88 años murió Carlos "Pichón" Vergara, el hombre detrás del kiosco rojo de ese sector costero.
Cuentan los hijos de Carlos Enrique Vergara Pereira que solo una vez en su vida el hombre tomó vacaciones, en un viaje a Santiago, aprovechando que retiraba unos exámenes médicos.
Vendedor de diarios, de golosinas en el cine, salvavidas, inspector de playas, lanchero, funcionario del Casino y hasta este último tiempo, dueño del mítico kiosco en la ex Isla El Alacrán, ayer, a las 8 de la mañana, Pichón Vergara cerró para siempre la puerta de su libro lleno de historias.
El hombre fue encontrado sin vida a los 88 años en su domicilio de calle Juan Noé, donde vivía con su hijo Rodrigo, por lo que su cuerpo fue trasladado hasta el Servicio Médico Legal y será velado desde hoy en la capilla del Sagrado Corazón.
"Me quedo con el recuerdo de quién fue en vida. Una persona muy, pero muy trabajadora. De hecho trabajó desde los 8 años para aportar en su casa y de ahí no paró", cuenta desde Nueva York, Carla, quien junto al propio Rodrigo, Raymundo y Patricia (recientemente fallecida) suman los cuatro hijos que Pichón tuvo.
Kiosco electrificado
Fue en 1999 que Vergara se instaló por primera vez en la ex Isla con su kiosco, tras ganarle el mano a mano al municipio y obtener el apoyo de la Gobernación Marítima. Pero fue a mediados de la década pasada, que comenzaron los saqueos, los que incluso lo obligaron a dormir en el mismo lugar y decir que el local tenía corriente, lo que motivó a las autoridades a inspeccionarlo, aunque todo se trató de una amenaza para que los delincuentes no ingresaran a robarle.
"Lo más lamentable es que usan las fortificaciones como verdaderas letrinas y usted puede ver cómo dejan de sucio. Esto es una pésima imagen para los turistas, en especial los de los cruceros que llegan a pasear por estos lados", dijo en una entrevista a este medio en 2004, como defendiendo al lugar que quizás nunca consideró como su segunda casa, sino que como la primera, y donde -quién sabe- le hubiese gustado que fuese su funeral.