El trabajo docente
Ser profesor o profesora requiere de ciertas virtudes, aptitudes y competencias que no son fáciles de alcanzar. Por ello es que existen muchos profesores, pero muy pocos maestros. Lo primero que se espera de un profesor, es que sepa la materia que imparte, es decir, que haya estudiado y posea el conocimiento para poder entregarlo a los estudiantes. Lo segundo más importante, es que sepa enseñar. Es aquí donde muchas veces empiezan a visibilizarse algunas dificultades: que los alumnos son muy inquietos, que la materia es mucha, que las pruebas están muy juntas unas de otras, que las mediciones estandarizadas, la convivencia interna y además la enorme cantidad de programas externos que existen y que muchas veces en vez de aportar a la labor del profesor, la agobian. Pero más allá de estos aspectos básicos, existen otros aún más profundos, partiendo por la vocación. Y este es un tema complejo: muchos profesores tomaron la carrera pedagógica creyendo que harían algo muy diferente a lo que se espera de un docente hoy. Otros, siguieron la carrera quizás por asunto de puntajes o por las facilidades que existían para alcanzar el título. Sea cual fuere la situación, hoy día la sociedad, los padres y el Estado saben lo que se espera de un profesor: además de lo antes mencionado, debe ser un ejemplo digno a imitar, inspirador, es decir, que sepa motivar hacia el conocimiento de las materias que imparte, sea cual fuere el curso, nivel o materia, debe ser siempre un agradable y atractivo imán para que quienes están a su cargo, para que puedan y quieran seguir avanzando por la línea del conocimiento presentado. Es por esto, que la gran mayoría de nuestros maestros saben que están en este campo para ayudar y para servir, y no para servirse del cargo para alcanzar sus propias ideologías ni para alcanzar puestos políticos. El trabajo del maestro siempre es y siempre será un trabajo sagrado.