Salud mental y las calles
La violenta agresión de que fue objeto el conductor de un taxi colectivo en nuestra ciudad, pone nuevamente las alertas respecto de la seguridad en torno a personas que deambulan libremente por las calles, mientras padecen algún trastorno mental que puede resultar peligroso para terceros.
Hace un poco más de un año, una joven tuvo que vivir una situación similar. En aquella oportunidad, había ingresado a una capilla ubicada dentro de nuestra ciudad. Estando en su interior, se le acercó también un hombre con sus facultades mentales perturbadas, que le dio un puntapié y procedió a agredirla con extrema violencia.
El hecho lo dio a conocer la misma víctima, como una manera de poner en alerta a las mujeres ante los ataques de esta persona, respecto de la cual ya había antecedentes de sus agresiones. Después de estar un tiempo fuera de la calle, a los meses se le volvió a ver nuevamente en la vía pública.
Algo similar ha ocurrido con la mujer que le cortó el rostro al conductor, simplemente porque le dio poca plata al detenerse en un semáforo. Luego de ser detenida, se ordenó su internación para realizar los peritajes respecto de su salud mental. Una internación que, según se expuso, en la audiencia, se debe realizar en Santiago.
El caso y la interrogante es qué pasará después, si efectivamente se trata de una persona inimputable debido a su condición de salud mental. Más aún, qué pasa con las demás personas que puede que se encuentren en una situación similar en las calles, pidiendo dinero, limpiando autos o haciendo malabares en las esquinas.
Existe una suerte de indefensión, tanto de quienes padecen este tipo de males, como también de quienes pueden ser eventuales víctimas, como en los dos casos recientes.
Chile debe tratar de tener una legislación que apunte a atender los grandes vacíos y los escasos recursos que hoy se ven en la salud mental. Algo paradójico, considerando que la OMS estima en cerca de dos millones de personas, quienes están afectados de alguna enfermedad mental. Y el caso es que los más graves, no pueden estar abandonados en las calles.