Resulta interesante, pero a la vez inquietante, conocer los niveles de denuncia que existen en nuestra región. De acuerdo a cifras entregadas por la coordinación regional de la Subsecretaría de Prevención del Delito, menos del 40% de los delitos son denunciados. De hecho, exactamente el 63,3% de quienes son víctimas de algún delito, no realiza la denuncia.

Entre las razones que se esgrimen para que las personas no denuncien, en el primer lugar está lo engorroso y largo que, a juicio de las personas, resulta el trámite. Un 23,8% de las personas dan este argumento para no dar formalidad a sus casos.

La lista de razones continúa con la poca valoración de la pérdida por parte de las víctimas (15%), luego se cree que "la policía no podría haber hecho nada" (13,8%), mientras que el 13,4% mencionó que "no tenía testigos" y el 10% que "la justicia (Tribunales) no hubiera hecho nada".

El caso es que resulta preocupante que quienes sean víctimas de delitos no estén dispuestos a denunciar estos hechos. El que no se den a conocer los delitos, por "insignificantes" o incluso, por la "poca monta" que pueda tener una pérdida, significa simplemente que ese delito no existió.

No se puede cuantificar, no se puede geolocalizar, no puede servir de antecedente para análisis ni futuros planes preventivos. Así de simple. Cuando un delito no se denuncia, se deja el camino despejado para que los delincuentes sigan operando prácticamente en tinieblas.

La falta de denuncias va conformando una cifra negra que caracteriza el desconocimiento del comportamiento delictual, y que termina por perjudicar a las mismas víctimas. Además, dicha cifra negra tampoco ayuda a que se puedan generar políticas públicas de seguridad, adecuadamente dirigidas según un correcto conocimiento de lo que ocurre en términos de delincuencia.

Son sólo algunas de las consideraciones que se puedan hacer cuando nos encontramos ante cifras como estas. Es un hecho que denunciar sigue siendo muy importante para frenar la delincuencia y mejorar la seguridad.

Con la esperanza que les sea interesante, me voy a permitir un mini comentario sobre nosotros los judíos, que recién celebramos Rosh Hashaná o Año Nuevo 5779 contados desde la creación, según nuestra historia, y difícil de explicar en pocas líneas como llegamos a este número. Este año coincidieron en el calendario lunisolar hebreo las Fiestas Patrias y el Yom Kippur o Día del Perdón judío. Nos fregamos, para nosotros no hubo cuecas, empanadas ni asados, más aún guardamos riguroso ayuno, un sacrificio personal para poder acercarnos y rogar a Di-s a fin de expiar por todo lo que no hicimos bien en el año que termina. Sin pretender dictar cátedra alguna, y brevemente por lo reducido de este espacio les aclaro algunas confusiones habituales ; ser Israelí y ser Judío no es lo mismo. Un israelí o ciudadano de Israel puede ser Judío, Musulmán, Cristiano etc … y un judío puede no ser Israelí…ejemplo mi familia y yo somos chilenos judíos, pero no israelíes.

Es difícil dar a entender en un mundo donde los Judíos son tan pocos y tan prejuiciados, que no somos solo las figuras caricaturescas, narigonas, de enruladas patillas y barbas, vestidos con levita y sombrero negro, ni nos dedicamos a ser prestamistas ni menos ser los salvajes que se nos acusaba de cuanta barbaridad se les ocurría durante la edad media y hasta el pasado reciente para lanzarnos a la hoguera o ser asesinados como chivos expiatorios. Jamás hemos pretendido que otros se conviertan a nuestro credo, nunca hacemos proselitismo religioso. Los judíos son como cualquier otro grupo humano, los hay buenos y malos , tontos e inteligentes , ladrones y honrados. Responsablemente respetamos nuestras tradiciones, porque sabemos que esto ha permitido a este pequeño y disperso conglomerado de seres sobrevivir a tiempos terribles y horribles desde la destrucción del Segundo Templo el año 70DC y su expulsión de Tierra Santa dispersándose por todas las latitudes. Shaná Tová (Feliz Año ) y que Di-s bendiga a Chile .