L a Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) conmemoró este lunes el Día Internacional del Libro. Se trata de una fecha que se celebra cada año, como una manera de recordar la importancia que tienen los textos, y también la figura de dos grandes creadores de la literatura universal, William Shakespeare y Miguel de Cervantes.

Chile no estuvo ajeno a una celebración que se extiende por todo el planeta y de hecho, desde organismos del Estado, servicios hasta empresas realizaron una serie de actividades para promover la lectura y la importancia que tienen hoy los textos.

Para la Unesco, el libro y la lectura son un medio indispensable en la difusión de ideas y de información y es por eso que el organismo ha puesto una atención especial en las amenazas que en estos tiempos afectan al libro, en el cumplimiento de dicho objetivo.

Según el organismo, los textos son "el punto de encuentro de las libertades humanas más importantes, entre las que destacan en primer lugar la libertad de expresión y la libertad de edición. Se trata de libertades frágiles".

Las guerras, regímenes totalitarios, la falta de tolerancia de todo tipo, amenazadas y atentados contra escritores y libertades individuales, entre otros hechos, están entre los obstáculos más serios que enfrentan autores y editoriales.

Pero existe otra amenaza que no se puede soslayar, y que es la distancia que existe especialmente en Chile entre la gente y la lectura. Según la encuesta de comportamiento lector, un 56% de los de las personas adultas reconoce no haber leído un libro en formato impreso durante el último año, y un 62% afirmó que ver televisión era la actividad que más realizaba en su tiempo libre.

Si se trata de actividades en tiempo libre, el leer libros se ubica en la séptima ubicación, siendo escogida solamente por un 17%.

Es por eso que el fomento de la lectura es tan importante, incluso con nuevos formatos electrónicos, orientado también a las nuevas generaciones. El reencuentro y el volver a encantarse con la lectura y el libro, son claves.

Lo recuerdo como si fuese hoy. Allá por la década de los sesenta, una feria agrícola se ubicaba en la calle Juan A. Ríos, entre Santa María y Azola. Allí, y al alero de unas palmeras que amarilleaban agónicas por falta de riego, se ubicaban las "caseritas" con sus hortalizas. Al igual que hoy, los comerciantes se alineaban dejando un pasadizo para que circularan los compradores. Cuando ya habíamos adquirido casi todo, mi madre recordó las zanahorias. Por lo que, mientras ella cotizaba por un lado, pidió que yo lo hiciera por el otro.

Pregunté a una mujer -de trenzas, sombrero y pollera- por el precio de su producto. Cuando alzó la cabeza para contestarme quedé boquiabierto. En su semblante broncíneo, y flanqueados por largas pestañas, destacaban unos ojos azul-turquesa que hubiesen sido la envidia de cualquier reina de belleza. Recuerdo haber requerido a mi madre, con una excusa cualquiera, para que los apreciara por sí misma.

En tanto retornábamos a casa, mi mente dio en imaginar los orígenes de tal prodigio. La simple lógica me hacía presumir que algún gringo hippie en busca de su utopía, deambuló por esos caseríos altiplánicos engendrando una niña con una habitante del lugar. Pero me sedujo, en cambio, otra hipótesis; una más extravagante, por lo remota, pero no menos creíble; una posibilidad legitimada por la historia.

Durante la conquista los españoles explotaban las minas de plata, ubicadas en Potosí. Los caminos, para transportar esos cargamentos al puerto de Arica, cruzaban la geografía altiplánica. Quizá algún miembro de la soldadesca, enardecido por largos períodos de abstinencias, sació sus instintos con una doncella nativa. Pero mi imaginación se inclinó por algo más romántico. Un apasionado amorío entre una ñusta del Ande y un joven hidalgo de ojos azules. Producto de esa pasión una criatura de tez bronceada abriría, el añil de sus pupilas, a la luz del mundo. La genética y el ADN habrían hecho el resto. El amor de ambos, trascendiendo siglos y generaciones, volvía hoy a hacerse carne, en el milagro azul-turquesa de esos ojos norandinos.