Historias que se ocultan tras algunas latas y paredes de cartón La vida en las "casas" donde todos los días son lo mismo
En Arica, según los registros oficiales, 421 personas subsisten en viviendas hechizas, rucas y chozas, con una carencia total de servicios básicos y donde no hay tiempo para celebraciones.
"Todos los días pienso que puedo salir de esta situación", asegura Karina, una ariqueña que esta semana se cambió a vivir desde una casa hechiza -de cartones- instalada en la calle, en el sector de los edificios Pucarani, a una ruca del sector de Las Machas, cerca del Hipódromo, donde pasará los dos últimos meses de embarazo, antes que nazca su hija, a la que aún no decide cómo llamará.
Ella llegó convidada por su amigo quien vive hace casi siete años en esta ruca, que cada año va creciendo, a medida que llegan cartones y palos, y que permitirá a Karina a y su pareja estar más tranquilos y bajo un techo, aunque sea de lata o maderas recogidas de la calle.
Ellos son parte de las 421 personas que viven en chozas, rucas, o en el mismo suelo entre cartones, en diversos puntos de la ciudad, que totalizan 126, según los datos del último Registro Nacional de Personas en Situación de Calle, realizado por el Ministerio de Desarrollo Social.
Karina y su pareja estuvieron viviendo a la intemperie durante mucho tiempo, pese a su embarazo. Sus rostros y piel quemados por la exposición al sol, evidencian los años en la calle. "Es difícil vivir en la calle, se pasan muchas carencias", aseguró Karina, que minutos antes de la entrevista tomaba una caja de leche con chocolate para asegurar el alimento del bebé en gestación. Al intentar saber por qué llegó a esa condición, la mujer respondió con toda seguridad y cierta melancolía que "siendo realista, llegué a la calle porque me he portado mal".
Sin embargo, aseguró que su embarazo ha ido bien. "Me controlo en el Cesfam de Amador Neghme y cuando dé a luz entregaré a mi hija con mi madre, hasta que yo pueda estar mejor. Le tengo toda su ropita, pero aún no sé cómo llamarla", comentó, en el living de la choza, donde también se ubica el fogón para cocinar y para darle un poco más de calor hogareño al lugar.
Karina dijo que vende ropa usada, cuando puede, en una de las ferias itinerantes del sector de la Población Cardenal Raúl Silva Henríquez y manifestó que cada día piensa en salir de esta situación, debido a que "la gente te discrimina y te hacen sentir mal".
Usé corbata en su momento
Richard Eduardo Pérez Rivera vive desde hace siete años en el sector de Las Machas, en la ruca que está compartiendo ahora con Karina y la pareja de ella. Su vida anterior, dice, no era como ahora. "Hace años, cuando estaba el gobierno de Ricardo Lagos, yo trabajaba en la empresa sanitaria de la ciudad, donde usé corbata en su momento. En esos años se vino la privatización de la empresa y un porcentaje alto de trabajadores, entre ellos yo, fuimos despedidos", relató.
Tras eso, un quiebre en la relación amorosa con su pareja y madre de su hijo, lo llevó a perder casa y familia. De ahí fue directo a parar a la calle, realidad que lo persigue hasta ahora y de la cual no sabe cómo salir.
Richard se desempeña esporádicamente como ayudante de mecánico y llega a dormir a su vivienda hechiza, la que se observa desde la avenida Las Dunas, en playa Las Machas. Él aseguró que "las fiestas de Navidad, 18 de Septiembre y 1 de Mayo, son días normales para mí y con mucha melancolía, por no poder estar con mi hijo".
"Aquí ha venido gente de todos lados y de la Municipalidad de Arica y nos han hecho firmar documentos para obtener beneficios, pero luego no regresan nunca más", aseveró.
Para él, lo peor es que deberá abandonar su choza, "ya que nos vinieron a decir que tenemos que retirarnos de estos terrenos, porque los cercarán, debido a que fueron vendidos a unos extranjeros". Sobre dónde irá, solamente sabe que, "me tengo que ir, porque este terreno no es nuestro".
Toda una vida
Luisa Cañipa Jaramillo, de 45 años, ha pasado 20 viviendo en una casa hecha de madera, con apenas los elementos básicos. Su vida siempre ha transcurrido en la precariedad y con la necesidad de sostenerse por sí misma. Su casa tiene una cama, unas sillas y una mesa de madera que sostiene el único bien preciado, que es un televisor antiguo, conectado a una batería (para la energía) y a unos alambres en el techo, para sintonizar algún canal.
La mujer explicó que recién le habían llevado agua, entrega que hace un camión aljibe de la Municipalidad de Arica. "Estuve tres días sin agua y tuve que tomar agua de pozo y me enfermé de tifus. Por lo mismo, mi día a día es malo, ya que además tengo bronconeumonía y asma".
Luisa, quien vive junto a su marido, acumula todo lo que puede, "ya que todo sirve aquí", manifestó. Además, vende leña, con lo que puede reunir 5 mil pesos o en sus mejores días 10 mil, "que me sirven para comprar mis cosas, el pancito para la once y la comida para los perros, gatos, gallinas y pavos que tengo".
Sobre su forma de vida, afirmó que "es para que te pase de todo. A nosotros nos han robado, nos han pegado, hemos dormido en la calle cuantas veces... para nosotros no existe la Navidad, el 18 de Septiembre y ninguna fecha, todos los días son lo mismo".
La mujer dice que ha intentado solicitar ayuda, "pero no sé cómo hacer trámites y tampoco conozco el centro para llegar".
En pleno cerro
Luis Vicencio Arroyo, de 63 años, fue albañil y carpintero en su momento. Tuvo su pareja y su familia, pero la vida le jugó otras pasadas y estuvo un tiempo en la cárcel. De ahí deambuló por varios lugares hasta hace 4 años, cuando se asentó en el Cerro La Cruz, a un costado de la población Miramar.
Él y otras tres personas viven en dos casas hechas de cholguán, con sus camas y frazadas, pero sin electricidad ni agua.
Para vivir, manifestó que "chatarrea": "Voy casi todos los días hasta el Asoagro, ahí buscó entre las basuras y sacó verduras, como tomates, cebollas, zanahorias y ajos, y con eso comemos, ya que aquí todo se comparte".
Para él, el gran problema es la falta de agua, ya que deben recorrer un largo trecho entre el basural y los escombros que rodean la vivienda, y pedírsela como favor a los vecinos. "En su momento fuimos a Dideco para solicitar que nos trajeran agua, pero nos dijeron que era imposible hacerlo, ya que el lugar podría convertirse en una toma".
El viejito se olvidó
En el mismo lugar vive desde hace 7 años Pedro Quero, de 56 años. Su situación es parecida a su vecino Luis, y para subsistir debe recurrir a la venta de chatarra o algún pololito. "Aquí se vive el día a día, y cuando estamos bien hacemos una comida, no existen las fiestas ni la Navidad, aquí el Viejito Pascuero se olvidó de nosotros hace rato".