El fuerte sismo registrado durante la madrugada de ayer, nuevamente puso a prueba la conducta de los ariqueños y ariqueñas en torno a estos eventos. Es alentador ver que hoy se puede hablar efectivamente de una conducta sustentada en una creciente cultura sísmica que se ha ido construyendo en base a la experiencia, pero especialmente sustentada en la educación y en la información adecuada

Esta cultura sísmica se evidencia en la manera que tiene una población de reaccionar respecto de eventos de este tipo. Por ejemplo, tras el temblor de ayer por la madrugada, la comunidad esperó pacientemente las acciones a seguir. En algunos momentos hubo una evacuación calma y controlada hacia sectores seguros, especialmente por parte de la población que habita en la zona costera, anticipando cualquier alarma de tsunami que se pudiera dar. Probablemente la deuda sea la evacuación en vehículos, situación que en una emergencia mayor y concreta, podría generar atochamientos.

Sin embargo, esta misma cultura ha ayudado a que también sean muchos los ariqueños y ariqueñas que toman en consideración el lugar, el epicentro de un sismo, para saber cuándo efectivamente deben evacuar y así, evitar momentos de inquietud que pueden derivar en pánico. Ayer, por ejemplo, hubo mucha mayor tranquilidad cuando se confirmaba que el epicentro del temblor se ubicaba al interior de Arica, y no en la costa.

En el norte de Chile persiste aquella idea del gran terremoto con el que la zona está en deuda. Nuestra ciudad, nuestra región, saben de catastróficos sismos que han generado maremotos de igual magnitud. Hoy, esta experiencia no es sólo una anécdota, sino un antecedente que no sólo ha sustentado investigaciones, planes de acción y seguridad, entre otros, sino que también han sido historias ejemplarizadoras para los actuales habitantes de esta ciudad.

Eventos como los ocurridos en el pasado, y los que hoy enfrentamos, dan cuenta de lo necesario que es mantener dos imperativos: Primero, la preparación adecuada y seria, y segundo, la información pertinente y veraz.

El conocido locutor ariqueño, Carlos Massa Crespo, lanza este miércoles 11 de octubre de 2017, a las 19:30, en la Sala Centenario de la UTA, el libro cuyo título encabeza esta columna.

El autor, cuya vocación por escribir viene de sus inicios en radio y televisión como locutor y guionista donde ejerció por más de cincuenta años, obtuvo importantes premios en concursos laborales del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, donde se desempeñó en administración y relaciones públicas. El 2011 obtiene el Premio a la Creación Literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Ha publicado, con anterioridad, "La Luz Amarilla", "El Pentáculo" y "Luces en la Camanchaca".

Dados las virtudes escriturales antes mencionadas, no dudamos que la comunidad toda lo acompañará durante el lanzamiento de su obra, publicada en Arica por LUSEVO EDICIONES.

Massa Crespo, hombre íntegro, propietario de una voz privilegiada y de una caballerosidad a toda prueba, reseña así su obra:

"Con la instalación de la primera radioemisora en Arica, la "aldea primitiva" de Herbert Marshall McLuhan empezaba a desaparecer tras la "aldea global". Los acontecimientos dejaron de conocerse por boca del vecino, sino a través de voces que informaban desde los parlantes de un receptor de radio. Radio El Morro aportó la comunicación social masiva; fue el punto de encuentro para que personas de opiniones respetables irrumpieran en los hogares promoviendo la discusión y el análisis y para que los problemas de índole social y política tuvieran un cauce de expresión, haciendo que el mensaje llegue de una manera muy directa porque activa la imaginación de cada persona como ninguna otra forma de comunicación. Pero, más importante que el mensaje fue el medio mismo que cambió hábitos, actitudes y conductas, moldeando una sociedad distinta. Los receptores fueron "intrusos" que llegaron a los hogares y se transformaron en su aparato eléctrico más querido. Chile dejó de parecer distante y ajeno".