Terremotos, maremotos, temporales de viento y tierra, enfermedades que irrumpen en la ciudad o contaminación del ambiente o del agua con efectos catastróficos. Son algunos de los temas recurrentes en mensajes que se viralizan creando alarma pública.

Hace unos días, la atención estaba puesta en la "vidente" que vaticinaba un terremoto de características históricas en la zona central de Chile. Se trataba de un evento devastador, cuyo hipocentro ni siquiera tendría kilómetros y que se percibiría en gran parte del país.

Ante tal anuncio, nuevamente tuvieron que salir las autoridades y expertos a desmentir esta predicción, con un mensaje que se ha hecho tan recurrente como estas amenazas de "pitonisos" reconocidos u ocasionales: hoy no existe una tecnología ni un método que pueda pronosticar terremotos de manera infalible y con días de anticipación.

Lamentablemente, el mejor alimento que tienen los mensajes alarmistas e irresponsables, es la tribuna y la atención que puede prestarle la opinión pública. La viralización de noticias falsas y anuncios que generan alarma pública toma fuerza cuando la misma comunidad, especialmente a través de redes sociales, se hace cargo de ellos.

Esta semana, por ejemplo, circulaba un mensaje sobre la supuesta contaminación del agua potable, lo que estaba generando una serie de consultas en el hospital. A eso se agregaba el que las autoridades querían "bajar el perfil" de la situación, en otras palabras, mantener el hecho oculto. Sin duda se trataba de un mensaje sin fuentes, no comprobable y además, que buscaba validarse a sí mismo diciendo que las autoridades buscaban mantener el caso en secreto.

Sin perjuicio de las acciones que por ley se puedan tomar ante este tipo de mensajes, parte importante de la responsabilidad recae en la comunidad, en la sociedad y en especial, en los usuarios de redes sociales.

Hoy es de suma importancia no hacerse eco de mensajes de dudosa procedencia y validez, simplemente por una especie de solidaridad de bases inciertas, con más rostro de protagonismo gratuito.

A veces, como ciudad o como ciudadanos tendemos a sobrevalorar lo que ocurre -o lo que se construye- a nuestro alrededor y autogeneramos una serie de expectativas que van más allá de lo que realmente es o puede llegar a ser. Es el caso del nuevo casino de juegos recientemente inaugurado. Su puesta en marcha estimuló una serie de comentarios y opiniones, que hacían hincapié en su importancia y gravitación en el progreso turístico -una panacea para esos efectos- lo que, sin embargo, estimamos que ello constituye, más que un aporte superlativo a esa área del desarrollo, una contribución al avance urbanístico de la ciudad,

Tal vez prejuiciados por lo que su giro comercial implica -el riesgo y temeridad que podría afectar a sus usuarios- y un personal desinterés por su consumo, no nos sentimos alborozados por esta nueva puesta en escena, entendiendo que el desarrollo turístico de nuestra región debe centrarse en aspectos de mayor valor y trascendencia, en términos de identidad y de cultura y de ello contamos con elementos y atributos de sobra, generosos, pero que aún no se han logrado desentrañar y explotar (en el buen sentido de la palabra).

La idea que la Cultura Chinchorro, largamente usada por la burocracia irresoluta de sus postulantes y que aún no pueda ser declarada patrimonio mundial por la Unesco, sin duda que es, en sí misma, tremendamente esencial para estos efectos. En este contexto algo se ha avanzado y producto del Plan de Zonas Extremas, contamos con la recuperación de las Cuevas de Anzota. Lo mismo ocurre con la arquitectura religiosa andina, potenciada por la Fundación Altiplano que se ha dedicado -discretamente a nuestro juicio- a restaurar y poner en valor una serie de templos andinos de la Región, considerados "como uno de los conjuntos patrimoniales más valiosos de América".

En ello hay que perseverar, en los verdaderos valores del desarrollo turístico, en lo trascendente, en lo que realmente atrae al mundo y no dejarnos llevar por el sólo tintineo de fichas, que divierten, pero que al final no dejan huella.