Siete años se cumplieron ayer desde el catastrófico terremoto que azotó a la zona centro sur del país, y que es recordado como uno de los más fuertes de los que se tenga registro en la historia moderna. Siete años que se cumplen con un Chile nuevamente resistiendo, ahora, con embates como los recientes incendios forestales y los efectos de los aluviones, particularmente en la zona central.

Claramente el nuestro es un país resiliente, que enfrenta y se levanta catástrofe tras otra. Terremotos, incendios, inundaciones, aluviones, uno tras otro se suceden. Lamentablemente, por fuertes que seamos como pueblo, estas emergencias terminan con graves consecuencias.

Las víctimas fatales, familias divididas por cada catástrofe, personas que quedan heridas, algunas con marcas de por vida, todo sin considerar las pérdidas materiales, se transforman en un dolor que ni aún la fortaleza de espíritu más inquebrantable puede soslayar.

Existe consenso en que el terremoto de hace siete años sorprendió a un país poco preparado ante un tipo de catástrofe que ha llegado a ser más frecuente de lo esperado en Chile. Sin embargo, la última década ha registrado más sismos de importancia que en los 20 años anteriores.

A eso se suman las emergencias antes nombradas, como los incendios (los forestales en la zona central y sur y los de Valparaíso), a lo que se suman eventos como el aluvión de proporciones históricas registrado en la región de Atacama en 2014, con impacto también en la región de Antofagasta.

Desde la Onemi, principalmente, se han hecho esfuerzos para avanzar en el autocuidado y la prevención. Hoy a la mayoría de la población no le son ajenas las acciones básicas que se deben tomar ante emergencias como un terremoto o un tsunami. Sin embargo, la institucionalidad en torno a las emergencias, su prevención y manejo, debe seguir avanzando.

El Gobierno anunció que la modernización de Onemi será priorizada. Esta tarea debe ser asumida como un tema de estado, transversal y que apunte a que Chile esté siempre mejor preparado para cada emergencia.

El sábado pasado el Ferrocarril Arica - La Paz (FCALP) se atrevió y presentó su nuevo recorrido que une Arica y Poconchile, entregando una valiosa propuesta de fin de semana que une el pasado, presente y futuro.

Es que más que un viaje es un reencuentro con la historia de los antiguos ariqueños que todavía vibran con las sensaciones y emociones cuando el FCALP era más que un ferrocarril, era un medio de conectarse con el interior de la región y con el mundo; desarrollando además una importante labor social.

Hoy tenemos disponible un interesantísimo atractivo turístico que se suma a la oferta regional y que puede ser un gran panorama para quienes van de paso por la región.

El gran tema es cómo lo mantenemos vivo en el tiempo, cómo difundimos con fuerza esta nueva y atractiva iniciativa para que perdure. También es importante definir como sumamos a quienes viven en Poconchile para que entreguen un servicio de calidad, después de todo, uno toma el tren únicamente por sí mismo, sino como un todo, vinculado a un destino final que ofrezca algo.

Sería ideal incorporar en dicha localidad a guías turísticos que atiendan a los pasajeros, sumar a esto el ingresar a la estación (habilitarla como antaño, con baños y una cafetería), con venta artesanía y narrarles leyendas e historias de la iglesia y el cementerio.

A futuro por qué no pensar en aumentar el recorrido hasta otras estaciones y cobrar por tramo, parando en Central, un lugar mágico y que nos remonta a la época más hermosa del FCALP; o llegar hasta Visviri apreciando la belleza del altiplano. Seguro que esto sería un gran atractivo para los visitantes, insistiendo en una oferta de calidad vinculada a una infraestructura adhoc.

Ver también la posibilidad que no sea solamente turístico, sino que las personas que viven en la comuna de General Lagos puedan comunicarse con Arica de una manera confiable y segura. Esta travesía de FCALP ha abierto una serie de opciones inimaginables que debe ser cuidada. Construir Arica es obra de todos.