Antes de que alguien nos pueda calificar de alarmistas, partamos por establecer que Arica es todavía una ciudad segura, en la que en general, se puede andar con tranquilidad, tanto de día como de noche.

Sin embargo, eso no significa que podamos dormirnos en los laureles ni cerrar los ojos y los oídos ante indicios que resultan preocupantes.

En los últimos meses ha habido un paulatino incremento de hechos delictuales en la ciudad, refrendado por los datos entregados en la última cuenta pública de la fiscal regional.

Según sus estadísticas, durante el año pasado los robos con intimidación se incrementaron en un 25,43 por ciento, los robos con violencia en un 14,51 por ciento y el robo de vehículos en un 24,18 por ciento.

Son estos hechos de alta connotación social, que contribuyen a generar una sensación de inseguridad entre la población.

Pero más preocupante que las cifras desnudas, son las circunstancias que rodean algunos de estos hechos, particularmente el uso de armas de fuego.

Hace una década esto habría sido absolutamente excepcional, incluso en hechos relacionados con el tráfico de drogas, que es un ilícito de larga data en la zona.

Ahora, en cambio, empieza a hacerse frecuente oír de hallazgo de pistolas, revólveres, armas largas y hasta pequeños arsenales.

Pero no se trata sólo de que aparezca este tipo de elementos, sino que están siendo usados.

Entre los casos de mayor impacto público estuvo el ocurrido a mediados de noviembre del año pasado, en que sujetos que huían de un ataque a balazos atropellaron y dieron muerte a un matrimonio que paseaba inocentemente por el sector.

Y el más reciente fue el ocurrido justamente ayer, cuando tres futbolistas amateur, acompañados por una mujer, fueron atacados con disparos en la entrada del Valle de Azapa, en un incidente en que los proyectiles alcanzaron también propiedades colindantes, afortunadamente sin desgracias que lamentar.

El control de armas debe ser una prioridad, a menos que alguien realmente quiera vivir en el Far West.

"Estimados Hermanos, ha pasado a decorar el campamento eterno nuestro querido hermano Arnoldo Robba Truccios, de quien aprendimos el arte de los bosques y la ley de la selva. Desde nuestro primer fogón, nos enseñó que la vida y la muerte no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós, que muy pronto junto al fuego nos volveremos a reunir".

Este es el emotivo mensaje que recibimos de parte de nuestro hermano scout y amigo desde los tiempos fundacionales de la población Juan Noé, Remigio Bugueño. Mensaje que nos llega al corazón y que reaviva en nuestra mente tantas historias vividas en los años 60', primero con el grupo de Boys Scouts Ferroviario "Juan Waidele", que funcionaba en la vieja casona de Patricio Lynch, y posteriormente con el grupo "Muchachos de San Jorge", que don Arnoldo formó con niños y adolescentes de la Juan Noé.

Nuestro Jefe de Grupo nos enseñó quién era Baden Powell, el fundador mundial del scoutismo; nos inculcó el valorar y amar la vida de campamento, en donde todos debíamos aprender a convivir fraternalmente, compartiendo los roles y obligaciones como cocinar, ordenar, hacer aseo y competir en pos de ser la mejor patrulla. Nos dejó cantos y juegos de marchas y fogatas que, de alguna manera, nosotros fuimos entregando después a las nuevas generaciones. Y, por sobre todo, nos dejó como legado una amistad y fraternidad que ha traspasado los tiempos y que nos permite reconocernos y abrazarnos cuando y en donde la vida nos vuelva a reunir".

El Jefe Robba vivió por muchos años en Arica, antes de retornar a su natal región de Temuco. Atendía, en la parte laboral, su negocio de reproducción de llaves en la antigua galería comercial de 21 de mayo, a pasos de Bolognesi.

¡Buena caza, jefe Arnoldo Robba! Volveremos a reunirnos en un futuro fogón, ante la presencia del Gran Jefe de la Creación, entonando esas viejas canciones y formando la gran Cadena Fraternal.