Taxi driver
Cuando me enteré de la noticia de los "vengadores chilenos", aquellos que detuvieron por las suyas a unos delincuentes, me acordé de Travis, ese personaje inolvidable que, agobiado por una miserable soledad decide, arriesgando su vida, hacer "justicia" en un mundo sórdido, liquidando a balazos a unos abusadores, proxenetas y drogadictos. En el Chile de hoy, el discurso público y políticamente correcto, condena la idea de hacerse justicia por la propia mano, lo que aparece como contraintuitivo por dos razones; una superficial y otra más profunda. La primera, dice relación con un sentimiento popular de revancha que tenemos, como todo ser humano (incluso los chilenos, con una juventud cada vez más irrespetuosa) y que puede pasarse por alto, aunque no inadvertida, para efecto de la racionalidad de las decisiones públicas. La Política (con mayúscula) no puede acercarse tanto -por más que nos guste ver al bueno baleando a los malos- a los arquetipos de Hollywood, a pesar de lo dicho por el ex presidente Reagan después de haber visto Rambo: "Ahora sé lo que tengo que debo hacer en el Medio Oriente". ¡Y después nos escandalizamos con los discursos de Trump!. La segunda razón que, sin embargo, contradice este discurso oficial y que concierne a Chile, es aquella que pretende que las instituciones funcionen en una sociedad que ha privatizado todo. Los cometidos tradicionales de la Nación políticamente organizada para realizar el bien común (salud, educación, los servicios eléctricos y sanitarios, hasta construcción de cárceles) se han privatizado.
Rodrigo Muñoz Ponce