Dice que comenzó lavando autos y que llegó al rubro del afilamiento de cuchillos sólo por una casualidad.
Heriberto Flores Fernández, oriundo de Purén, recuerda a sus 60 años que su vida tomó un giro inesperado cuando fue en búsqueda de trabajo al Barrio Franklin en Santiago.
"Fui donde el Calila (conocido afilador de cuchillos de Santiago) y me dijo oye necesito que me hagas un favor, anda a entregar unas herramientas a otro local. Ahí comenzó todo, porque cuando volví me inició en el arte de afilar cuchillos".
"Al principio era re malo para esto, eché a perder como cinco cuchillos antes de aprender. El Calila me retaba, pero me tuvo paciencia hasta que aprendí", recuerda riéndose.
Cuenta que su fama comenzó de a poco y que de pronto le empezaron a llegar tijeras, cortadoras de huesos, cuchillos y lo llamaban de distintas partes para afilar todo tipo de elementos punzantes.
Su carrera fue creciendo hasta que llegó el 2004 a Arica y con los años decidió quedarse, ya que le iba bien económicamente y el clima cálido lo cautivó.
Heriberto o El Calila de Purén como es conocido, comenzó a buscar el tradicional pito de afilador que es conocido en la zona centro y sur del país. Pero nunca lo encontró. Aún anda en búsqueda del pito que anuncie su llegada a los lugares. Pero, a pesar de eso, se pasea orgulloso por las calles de Arica con su carrito amarillo, una bandera chilena y la picardía natural de un afilador que conserva vivo uno de los oficios más tradicionales del país.
Su precio varía según el tamaño de los cuchillos. Por ejemplo, por afilar un cuchillo carnicero grande cobra mil pesos y por los más pequeños setecientos.
Tiene en sus planes establecerse con un local propio en el Agro porque ahí tiene una amplia gama de locales que requieren de su oficio.
"Este trabajo es rentable, me va bien. He hecho esto desde los 15 años y tampoco es fácil, porque hay que tener buen pulso y buena concentración, todo tiene un filo y un ángulo distinto, lo importante es tener paciencia y las ganas de trabajar en esto".