Los autos a escala: la muestra adulta de los "micromachine"
Los aficionados a las colecciones tuvieron una particular cita: aquí develaron sus tesoros plásticos y de metal sobre ruedas. Sepa de esta aventura tuerca en miniatura que ruge a fondo. Un pasatiempos de chicos y grandes.
Con el rabillo del ojo, y con la ilusión óptica de distinguir aquel circuito en forma de óvalo que es el Nascar gringo, diviso a la bestia cilindrada por excelencia: El Chevrolet Camaro. Aquella exótica y veloz criatura que gustaba devorarse a los Mustang en el aguerrido mercado de los 'Pony car' en la época de las barbas, minis y patas de elefantes.
Allí, entre pequeñas joyas de cuatro ruedas alineadas desafiantes a la altura de una carrera perdida -su sello- del mítico Tony Bronson en Grand Prix (versión monitos), las poderosas -o también clásicas o modernas o como quiera especular- máquinas en miniatura son las vedettes de la jornada. Eclipsan todas las miradas. Son el verdadero objeto del deseo. Y también de compra y trueque.
La cita, como debe ser en un Olimpo automotriz: Salón de Honor, Octava Compañía de Bomberos, en Valparaíso. En el tercer piso, justo arriba de los carro bombas reales, unos 25 expositores (que bien podrían ser papás, vecinos o pareja de turno) y público heterogéneo devoto de un pasatiempo de culto, departen cofradía al unísono de las tallas tuercas.
Exhibición de culto
Jesús Silva tiene 27 años, pero con el habla de un avezado académico. De Playa Ancha, lleva ocho años maquinando la organización y batuta en este tipo de evento, que se dan, en el caso de su grupo llamado Die Cast Chile (fundado en 2007) dos veces al año, ya sea en la zona y Santiago. "Esto se lleva de adentro. Nace de niño. Después se transforma en hobby", ahonda Silva.
Todo empieza, dice, con los regalos de la familia. Así se aficiona a los reales. ¿Su primer auto de la colección? Un Alfa Romeo 75, color rojo, de la mítica colección autitos Copec de los años 90'. Silva reconoce: "Es un consuelo al no tener uno real".
Al indagar entre expertos, un dato sale a luz: el mercado chileno no ofrece mucho a los ávidos coleccionistas. Por ello recurren a la importación en el extranjero o internet (e-Bay, Mercado Libre, etc.). Al crecer, se decantan por escalas específicas.
Las recomendaciones de Jesús Silva: para empezar, lo básico: Hot Wheels. "Seguro para el presupuesto. En ferias libres los hay por 1000 pesos". En la contraparte, tiendas especializadas, pueden vender un auto a escala sobre el millón de pesos.
Por lo general, uno sigue una determinada marca o temática específica (autos de película o militares). "Conozco gente que sólo se dedica a coleccionar Nissan (japoneses), autos europeos.
El parámetro lo determinará el presupuesto", remarca Silva.
-"Seguro que esos tipos no tuvieron infancia". La frase puede sonar dura, y más en entre pasillos. También lapidaria y al hueso. Casi como las piedras que apuntaban a María Magdalena. Porque algo de eso suelen afrontar aquellas personas que hoy el carnet de identidad los sitúa en la mayoría de edad. El niño de todos.
Jesús Silva no se hace atado con estigmas. Ve más allá: el año pasado, Die Cast Chile participó en la exposición en el Duoc de autos clásicos. También en la Biblioteca de Santiago, en Batucana. "En lugares donde podemos difundir este sano esparcimiento".
Y así llegó a esta muestra otro coleccionista de fuste. Desde Iquique, como buen camionero de oficio, Erwin Maureira, a sus 42 años, aplicó freno a su marcha y se situó aquí, con su muestra. "Llevo 11 años coleccionando. No hay apoyo de la Municipalidad donde vivo, estamos solos", lanza dardos. Junto a él, 'los hijos' regalones que no pudo comprender del todo su ex mujer: una parte de los más de mil quinientos autos, y 10 mil en camiones que ostenta el nortino. De respeto.