Si la imagen y realidad de los atochamientos que experimenta hoy nuestra ciudad, especialmente en el centro y en decenas de puntos críticos, fuera sólo una anécdota circunstancial, probablemente sería un tema que quedaría sólo en eso, en el comentario y la resignación. Sin embargo, el problema se está transformando en un factor que afecta la calidad de vida de la población, no sólo en el caso de los automovilistas. También se trata de peatones y hasta los ciclistas. De una u otra manera, todos tenemos alguna participación en el sistema vial, en alguna de estas formas.

El problema ya ha sido reconocido por gremios y autoridades, pero ¿Cómo lo está enfrentando la población en general? Lamentablemente, los tacos, sobre todo en los horarios punta, están dando forma a un ciudadano agresivo, imprudente y a veces, hasta inconsciente. Y claro, es lamentable, porque aparece un individuo "metropolitano", con las características de quienes viven en grandes ciudades y padecen sus problemas. Sin embargo, es en el fondo, un ariqueño o ariqueña, habitantes de una de las ciudades de Chile que ofrece la mejor calidad de vida.

Desde el municipio esperan que cerca de 70 mil vehículos renueven sus permisos de circulación cifra equivalente o cercana al actual parque automotriz de Arica. Datos entregados por el Registro Civil dan cuenta del crecimiento exponencial de la cantidad de vehículos que circulan por el país, realidad a la que no está ajena nuestra región.

Pero en el fondo, se trata de una realidad que debemos asumir de la mejor manera, con la actitud que corresponde a quien elige movilizarse en un vehículo particular. Eso incluye entender los nuevos tiempos de desplazamiento y los derechos que tienen también los otros conductores con quienes compartimos las calles.

La actitud con la que se enfrenta el tránsito en Arica, dadas estas nuevas circunstancias, debe adecuarse a dichas particularidades. No se puede dejar de lado, además, el aumento de vehículos en las calles. La paciencia y el respeto son fundamentales para no desmejorar la calidad de vida en una ciudad con el tránsito congestionado.

Afirmar que lo que recibimos cada día como información ya no sorprende, parece ser lo más acertado para dar cuenta de nuestra realidad nacional e internacional.

En efecto, la información que recibimos de distintos medios y redes sociales, incluso en tiempo real, acerca de lo que ocurre con distintos actores o personajes importantes en Chile y el mundo no parece tener fin; y ha logrado instalarnos en una verdadera vorágine de interminables experiencias de asombros y desconciertos.

Un día carente de sorpresas de ese tipo parece haberse transformado en un día a lo menos raro, por decir lo menos. Más todavía, en tanto sorpresa que como emoción neutra no genera agrado ni desagrado, permite que nos transformemos en recipientes aptos de llenarnos hasta el infinito con información de hechos inesperados, algunos incluso sospechados, algo conocidos por ahí, pero ahora acreditados por su existencia en medios y redes; naturalizados ciertos otros hechos incluso pareciera que nos estamos convirtiendo sino condicionando a vivir en la expectativa de la sorpresa de algún algo que le pasó a alguien; a buscar el asombro, o quizás incluso hasta resaltar ciertos acontecimientos para contar con la experiencia del asombro del día; el que será eclipsado por otro del día siguiente y cuya condición de mayor espectacularidad también forma parte de la expectativa.

El punto es que, si de las sorpresas solo nos queda los deseos de más de aquellas, si alimentamos la convivencia con la sorpresa del día, y tales hechos no conducen a todos a un aprendizaje de nuestra condición de personas y de la forma como sostenemos nuestra sociedad y la hacemos viable, más allá del juicio que el acontecimiento provoque, entonces podríamos estar llevando nuestra vida en común por un estado inquietantemente banal, carente de compromiso y fallido.