Una necesaria nueva oportunidad
Nadie está libre en este mundo de dar un paso en falso y caer en desgracia.
Las circunstancias de la vida son impredecibles y, pese a nuestro libre albedrío y a las a veces se producen giros impensados y con trágicas consecuencias.
En nuestras cárceles hay privadas de libertad miles de personas que han llegado ahí porque han hecho del delito su forma de vida. Pero también hay otras que se han visto involucradas en infracciones de ley por una irresponsabilidad, impulsadas por la desesperación o al replicar a una agresión cruzando la delgada línea que, según la ley, separa la legítima defensa de la responsabilidad penal.
Para todos, sin embargo, el haber llegado al sistema penitenciario implica asumir un estigma del que resulta muy difícil desprenderse.
La propia realidad de un recinto de reclusión y las formas de vida que se dan al interior de ellos hace que muchos aprendan allí nuevas habilidades delictuales.
Así las cosas, el retorno a la libertad resulta ser no un tranquilo regreso a su vida anterior, sino el inicio de un empinado camino para reinsertarse en la sociedad, luchando contra la desconfianza y los prejuicios.
Es un viaje difícil y erizado de obstáculos, especialmente para quienes no cuentan con apoyos cercanos. Ante ello, muchos ex reclusos que tienen sinceras intenciones de hacer una vida recta y dentro de los marcos de la legalidad, acaben por rendirse y recaer en lo ilícito.
Tenderles una mano, facilitarles el camino, en definitiva, darles una nueva oportunidad, puede hacer la diferencia.
Por eso es digno de aplauso el Programa Cimientos, que desarrolla la Cámara Chilena de la Construcción. Este contempla que empresas del rubro capaciten a internos de buena conducta en oficios propios del sector, entregándoles así herramientas para ganarse el sustento honradamente y permitiendo, también, que los empleadores comprueben que ellos pueden ser buenos trabajadores.
Se trata de una forma positiva y efectiva de trabajar por la reinserción y la seguridad ciudadana.