La gratuidad en la universidad
Han sido espectaculares las reacciones que ha producido el anuncio sobre la gratuidad en la Universidad, a partir del 2016. Desde variados sectores, en disímiles tonos y de todos los calibres. Una cosa si es cierta: hace dos años atrás esto era impensable, dado el modelo privatizador que tuvo por décadas el sistema universitario.
La discusión se centra en el destino del beneficio: solo será para las universidades del CRUCH. Sinceramente (a lo mejor mi opinión parecerá interesada pues la UTA esta en el CRUCH) yo creo que así debe ser, en una `primera instancia, hasta establecer exigencias que deben cumplir las instituciones que accedan a él.
Desde el punto de vista institucional, es muy razonable que la exigencia fundamental sea la calidad, medida hoy a través de la acreditación dictaminada por la CNA, organismo que recuperó la fiabilidad por la seriedad del trabajo realizado en el último tiempo. Cada uno de los integrantes del CRUCH tiene una acreditación que permite asegurar una calidad adecuada; esto no ocurre con todas las universidades situadas fuera de este grupo. Si pensamos entonces en calidad como exigencia se justifica, en esta primera instancia, comenzar con las Ues del CRUCH.
Asimismo, si aceptamos exigencias sobre el buen uso de los recursos públicos que llegarían a la institución (muy razonable también) se debería contar con un sistema que asegure transparencia y claridad en el control de estos, en todas las instituciones que accedan a la gratuidad. A esto solo están afectas las Ues estatales del CRUCH (por ejemplo, la Ley de Transparencia, la estricta fiscalización por la Contraloría, rendición de cuentas, etc). En consecuencia, se justifica plenamente la gratuidad en las Instituciones del CRUCH, al menos en esta primera etapa.