Cada año, la Cámara Chilena de la Construcción realiza un estudio que da cuenta del Indice de Calidad de Vida Urbana en las principales comunas de nuestro país. La investigación se ha transformado en un referente a la hora de definir los avances y retrocesos de las ciudades del país en cuanto a lo que ofrecen para sus habitantes.

El estudio se concentra en seis dimensiones que son de carácter objetivo y susceptibles de ser cuantificadas, que son Condiciones laborales, Ambiente de negocios, Condiciones socioculturales, Conectividad y movilidad, Salud y medio ambiente, y Vivienda y entorno. Y es la calidad de cada una de estas variables la que determinan el qué tan amables pueden ser las ciudades a la hora de garantizar una buena calidad de vida para sus habitantes.

El escenario para Arica no es el más favorable. La capital regional descendió 11 lugares respecto al último análisis, y está en el tramo de las ciudades más desmejoradas: en el lugar 72 de un total de 93 comunas analizadas. Hay una serie de variables que influyen en el descenso en la calidad de vida de nuestra ciudad, algunas de ellas, ya detectadas en la última encuesta Casen, que también midió condiciones del entorno en comunas como la nuestra.

Más que lamentos -o en algunos casos, hasta descréditos- este tipo de estudios debe llevar al análisis, a la revisión y en especial, a buscar los caminos para revertir los indicadores en aspectos que han perjudicado sensiblemente la calidad de vida en Arica. Hay aspectos difíciles de solucionar y que no dependen sólo de los esfuerzos que se puedan hacer a nivel local, como las mejoras en la salud. Pero hay otros en los que la gestión local es fundamental, aspectos simples como las áreas verdes, el medio ambiente o la conectividad, a través del sistema vial y el transporte colectivo.

Arica es una ciudad que crece, incluso, más allá de lo esperado. Enfrenta hoy desafíos importantes que pueden definir su curso no sólo en los próximos cinco años, sino que mucho más allá. Es por eso que debemos estar preparados ante estas deficiencias.

Hace unos días, caminando por Avenida Diego Portales, vi una gran camioneta -de aquellas que intentan demostrar el triunfo del crecimiento económico- cuando de pronto, el copiloto bajó el vidrio y junto con el aumento de la música reggetonerapera- salió un brazo arremangado que botó una caja usada de helado, desparramando casi un tercio de su contenido en plena calle. Como estaba relativamente cerca, decidí increparlo por este hecho, cuando se me adelantó otra voz (femenina) que desde atrás le gritaba "la calle no es basurero". Sonreí para mis adentros, en parte por la iniciativa de la conductora y en parte porque desde mi infancia no escuchaba esa frase. Seguí caminando -de más está decir que el individuo no se dio ni por aludido- pensando en el anuncio presidencial de hacer retornar la antigua educación cívica, esa que hasta el ahora no entiendo porqué dejó de existir. Sin embargo, considerando que las iniciativas legales gozan de buenas intenciones cuando comienzan, pero que después de recorrer los pasillos del Congreso terminan siendo un proyecto a veces tan diferente del original, que cuesta reconocerlas. (Para qué vamos a mencionar si es que alguno de los honorables tiene algún interés en colegios).

Es clara la necesidad del regreso de la educación cívica a los colegios para reforzar no solo la enseñanza de los valores republicanos y democráticos, sino también -exigencia más actual- cómo convivir de manera más armoniosa, involucrando a los padres, para enseñar cosas como compartir el espacio público, el respeto al otro, el cuidado del medio ambiente, etc. Imagino una educación prebásica aplicando juegos de roles; Hoy tu, juanito, serás el jefe de tus compañeros, mañana tu, juanito, sacaras la basura…. Experiencias concretas básicas ayudan más que memorizar el concepto de instituciones o las diferencias entre nación y Estado, distinciones que cada vez resultan mas difíciles al ver nuestra relación con los pueblos originarios. Mucha sabiduría tienen las conocidas palabras de Robert Fulghum; "Todo lo que hay que saber sobre cómo vivir lo aprendí en el jardín de infantes":