El primer martes de cada mes se ha convertido en una suerte de institución para los ciclistas, particularmente los pedaleros urbanos, de Arica. Las calles de la ciudad, al caer la noche, se transforman en la ruta para los ya comunes recorridos organizados por la agrupación Ciclobiciosos, quienes buscan visibilizar a este medio de transporte en una ciudad cada vez más estresada por el aumento de su parque vehicular.

Como lo diera a conocer "La Estrella de Arica", sólo en estos momentos la capital regional tiene en sus calles más de 3 mil 300 vehículos respecto al año pasado, y de acuerdo a proyecciones realizadas por autoridades de tránsito del municipio, perfectamente podríamos llegar a fin de año con cinco mil vehículos motorizados más que en 2014.

Y es que sólo en estos momentos se espera que el pago de permisos de circulación se complete con una cifra cercana a los 56 mil autos, motos, camionetas, SUV y otros motorizados, sin que ellos se traduzca en planes para hacer más eficiente la gestión vial en la ciudad, tanto en infraestructura como en el comportamiento del sistema.

En este contexto, los ciclistas urbanos siguen trabajando de manera casi silenciosa, y a veces, sometidos a la más completa ignorancia por parte de las autoridades. Prueba de ello es la falta de proyectos para aprovechar las condiciones naturales que tiene Arica para viabilizar el ciclismo urbano y ayudar a bajar el estrés que tiene nuestro sistema vial. La lucha que dan los ciclistas es admirable, debido a las escasas respuestas que pueden encontrar no sólo en términos oficiales, sino que incluso, de parte de otros usuarios de las vías, particularmente de automovilistas que en algunos casos no entienden el derecho de desplazamiento que tienen quienes han optado por este medio de transporte.

Es evidente que el escenario vial que tiene Arica requiere una modernización que pasará, necesariamente, por una consideración de los ciclistas, como lo han hecho y lo siguen haciendo otras comunas del país, que han reconocido los beneficios transversales de la bicicleta.

Terminada Semana Santa, comienzan como siempre las comparativas si tuvimos "más muertos" que el año pasado en accidentes de tránsito, principalmente los debidos a ingesta de alcohol. Números más o números menos, un sólo fin de semana largo no permite detectar tendencias más allá del nivel anecdótico (este año bajó la cifra, antes había subido), pero un análisis un poco más acabado nos permite cuestionarnos respecto a la necesidad de legislaciones fuertemente restrictivas, como la llamada "Ley Emilia", y sus reales efectos en las cifras globales.

La verdad es que ya llevamos tres años desde la implementación de la llamada Ley Tolerancia Cero, que respecto al delito de manejo en estado de ebriedad bajó la cantidad de alcohol que había que tener en la sangre para ser considerado ebrio, y varios meses de la Ley Emilia, que aumentó drásticamente las penas de dichos delitos. Sin embargo, las cifras oficiales hablan de un aumento en los accidentes protagonizados por conductores ebrios el año pasado de un 15% más que en el año 2013, que a su vez ya era un 42% superior al 2012.

Más de una vez hemos comentado en estas mismas páginas sobre lo engañosas que resultan estas legislaciones efectistas y reactivas a casos puntuales, en que el legislador busca dejar contenta a la galería, y escrita la ley, olvidado el asunto. Pero las leyes no son mágicas. Por sí solas no cambian realidades. Está más que demostrado a nivel internacional que estas problemáticas son multifactoriales, y deben ser enfrentadas en forma integral, no sólo con leyes más y más duras: se requiere mayor fiscalización y que ésta se efectúe de manera sostenida, no sólo en ciertas fechas. Se necesita educación a todo nivel. Deben existir mayores requisitos para ser conductor, con énfasis en el control especialmente de novatos. En definitiva, actuar sobre las causas generando una ciudadanía con mayor conciencia, para recién después pasar a los efectos. Lo demás son sólo titulares, que las cifras año a año se encargan de desmentir.