"Institucionalidad chilensis"
Los Homo sapiens chilensis somos una variedad curiosa de bípedos que tenemos varios atributos, pero también un lote grande de pifias. Uno de esos defectos es no hacernos cargo de nuestras responsabilidades personales cuando ocurren fallas de cualquier índole, que afectan nuestros estilos de vida o creencias respecto de lo bueno y lo malo que ocurre entre mar y cordillera. Producto de esa tara nacional, tenemos una institucionalidad que funciona bien para pocos y mal para muchos. El caso Penta, el caso Caval, el Tribunal Constitucional, un Parlamento completamente desacreditado a ojos de la mayoría, el cohecho, la coima, el lobby político, económico y ambiental, comisiones de DDHH presididas por personalidades conservadoras y facistoides; representan un ramillete pequeño de nuestras instituciones que funcionan.
Lo que no funciona es nuestra responsabilidad cívica que nos permita elegir a nuestros representantes más idóneos, más aptos y más honestos. Cada cuatro años nos llaman a elegir. Por desconocimiento, desidia, ignorancia o mala fe elegimos o dejamos que otros elijan por nosotros, a representantes populares cuya vocación de servicio público se traduce finalmente en beneficio personal o de unos pocos socios o correligionarios y en un maleficio para el grueso de los bípedos que deambulan por nuestra sociedad enferma.
Nuestra mala educación sin duda nos está pasando la cuenta y no sabemos si en diez o quince años más nos la seguirá pasando. Mientras tanto, las nuevas generaciones de Homo sapiens chilensis probablemente seguirán sin darse cuenta que este país nunca les ha pertenecido, porque para ser un "Winner" hay que rascarse con las propias uñas, echarse la moral al bolsillo de perro, ponerse coderas y tratar de agarrar alguna de las zanahorias que de vez en cuando nuestra institucionalidad ofrece.
Marcelo Saavedra Pérez
Biólogo