La disposición y manejo de los residuos son problemas importantes en todo el país. El tema ha motivado trabajos intensos por parte de municipios para poder atender un problema que claramente no sólo tiene que ver con la estética de las ciudades, a pesar que esto es lo primero que puede llamar positiva, o negativamente la atención.

Los hechos muestran que nuestra ciudad tiene una deuda consigo misma en este sentido. Y nuevamente es necesario recordar que no se trata de una responsabilidad que deba recaer exclusivamente en las autoridades, sino que es tarea de todos los vecinos y habitantes. Porque la basura es un problema que nos perjudica a todos.

Claramente que la proximidad con estos elementos constituye un peligroso foco de infección aumentando el brote de enfermedades. La basura puede ser la causa principal de más de cuarenta enfermedades y la transmisión de estas infecciones se concreta, básicamente, al tomar contacto directo con los desechos o a través de los llamados vectores (moscas, ratones, aves, gatos y perros) que viven en los lugares de acopio de los desechos. En los basurales se encuentran abundantes vectores responsables de la difusión de múltiples agentes infecciosos. Por ejemplo, la mosca doméstica transporta organismos patógenos sobre la superficie corporal, en el interior de la cavidad intestinal (a través del consumo de alimentos contaminados) y directamente en las heces o deposiciones.

Por todas estas razones resulta fundamental que a un buen aseo de la ciudad se sume un adecuado manejo de la basura domiciliaria, una labor de la cual son responsables las autoridades pero también la ciudadanía, tanto en la conservación como en la disposición.

Todo esfuerzo que se realice en este sentido, tanto a nivel público como privado, es bienvenido y se agradece. Porque quien ensucia o dispone mal de la basura no sólo está faltando el respeto a su vecino, o a la autoridad, sino que a sí mismo y a su ciudad. Tarde o temprano, la inmundicia se devuelve y perjudica a quien no se hace cargo de ella correctamente.

El hígado, nuestra glándula más voluminosa, es una laboriosa industria alquímica que pende cual nubarrón encima de sus compañeros abdominales.

Recibe su alimento de los vasos sanguíneos del intestino para cumplir con la misión de incrementar las funciones metabólicas y digestivas.

Aunque las funciones de esta maravillosa fábrica forman una legión, la más notoria es la manufactura y secreción cotidiana de un litro de bilis, áureo licor sin el cual no podríamos digerir ni una pasa.

Caracol parduzco, cuyo dorso terso se oculta en el domo del diafragma bajo el enrejado de las costillas, es una suerte de esclavo ciego y sabio, arcano, diestro, instintivo, ninguna emoción lo perturba, salvo la ingesta exagerada de alcohol.

Idolatrado por los franceses, despreciado por los norteamericanos y permanentemente agredido por los chilenos cuya ingesta alcohólica exagerada lo llevan a transformarse en una pasta de glóbulos grasos, que lo ultiman a endurecerse como un corcho cuando llega a la cirrosis hepática por muerte y resurrección sucesiva de sus valiosas células, los hepatocitos.

Neruda, que confiesa que ha vivido, le dedica estas palabras: Modesto, organizado, amigo, trabajador profundo, déjame darte el ala de mi canto, el salto de mi oda. Ella nace de tu invisible máquina, ella vuela de tu infatigable y encerrado molino. Víscera submarina, medidor de la sangre, te canto y te temo como si fueras juez, y si no puedo entregarme amarrado a la pureza; si el excesivo manjar o el vino hereditario de mi patria, pretendieron perturbar mi salud o el equilibrio de mi poesía, de ti, monarca oscuro, distribuidor de mieles y venenos, regulador de sales, de ti espero justicia. Amo la vida, ¡Cúmpleme! ¡Trabaja! No detengas mi canto.