La última "generación dorada" del fútbol chileno continúa en la retina y el recuerdo de la afición nacional. Aquella selección que coqueteara con el título mundial de fútbol Sub 20 en 2007, bajo la dirección técnica de José Sulantay, sigue viva no sólo por el romanticismo del tercer lugar que logró la "Rojita" en Canadá, sino que porque sus jugadores no fueron una circunstancia. Hoy son los pilares de uno de los momentos más auspiciosos del balompié internacional a nivel de selecciones mayores.

Los nombres de Alexis Sánchez, Gary Medel, Mauricio Isla, Arturo Vidal, Cristopher Toselli, Carlos Carmona, Nicolás Medina, Mathías Vidangossy y Nery Veloso, entre otros, aparecieron para consolidarse en el fútbol profesional, algunos para convertirse en figuras de nivel mundial, como es el caso de Vidal, Sánchez, Medel e Isla.

Qué distinto es hablar de este grupo y observar la realidad que hoy caracteriza a la nueva generación en esta serie, la misma que el miércoles quedó eliminada del Sudamericano de Fútbol Sub 20, cayendo por 6 goles a 1 ante Uruguay. No hubo milagros, no hubo sorpresas; sólo la cosecha de un proceso cargado de dudas y ahora, de fracasos.

Preocupa, especialmente, porque fue el jefe de las selecciones jóvenes de Chile, Hugo Tocalli, quien sucumbió ante un examen que dejó a la categoría sin la posibilidad de participar en el Mundial de Nueva Zelanda, además de los Juegos Olímpicos y los Panamericanos. El hecho ocurre a las puertas de la participación de otra "Rojita", la Sub 17, que será anfitriona del Mundial de la categoría en nuestro país.

Los malos resultados de las selecciones menores llaman a la reflexión sobre el trabajo que se está realizando con el fútbol joven y la distancia que existe respecto a la selección adulta o "absoluta". Hoy, el éxito, el espíritu y el sello que caracteriza a la "Roja" no se reflejan en las divisiones menores, como la misma Sub 20 que fracasó en este torneo Sudamericano. Queda tarea, entonces, para la dirigencia, pero especialmente para la jefatura técnica del fútbol chileno.

La reciente publicación, el pasado lunes 19 de una carta del arquitecto Eduardo Hoyos Río, sobre el pasado histórico de la ciudad pone de manifiesto el grado de ligereza y falta de acuciosidad, de cierto "riflerismo" -aplicando el modismo chileno que delata a improvisadores y embaucadores- con lo que se actúa en nuestra realidad.

Sin duda que el tenor de la publicación del connotado y experimentado profesional arroja un manto de duda razonable y devasta la creencia, echada a andar hace un poco más de 20 años atrás, que la ciudad tuvo un acto o una ceremonia fundacional, a la usanza de los conquistadores españoles, como lo fue en Santiago, La Serena o Concepción; que se diseñó un blasón que fue paseado, a principios de los años 90' con boato y pompa por los calles de la ciudad y custodiado en nuestra Catedral, dando a conocer además la existencia de un acta de fundación, aparecida desde algún archivo colonial o virreinal; situación que la mayoría desconocíamos, teniendo el convencimiento que Arica simplemente se había desarrollado y evolucionado como un enclave natural de 9 mil años de antigüedad. Al parecer todo ello fue fantasía o tal vez el deseo del inconsciente colectivo de ser considerados una ciudad importante y vital en el contexto del país, que necesita un mayor desarrollo y crecimiento.

Han pasado algunos días y aún no escuchamos o leemos algún pronunciamiento al respecto. Se nos ocurre que los historiadores locales algo tendrían que aportar; que los miembros del Archivo Histórico" Vicente Dagnino" de la Universidad de Tarapacá podrían ilustrarnos un poco más y de paso aclararnos qué relación tiene el Kilómetro 11 del valle de Azapa con la cultura Chinchorro.

Lo cierto es que por sanidad mental colectiva o por un tema de auténtica identidad, es necesario que profesionales de las ciencias históricas determinen y aclaren la verosimilitud y consistencia de las afirmaciones que don Eduardo Hoyos valientemente ha puesto en el ámbito de la discusión pública.