El agua determina el futuro de los pueblos, especialmente en el norte del país. El desarrollo o el estancamiento, la vida misma de las comunidades depende de la existencia y en mayor medida, de la buena administración de este elemento. Se trata de una realidad conocida aún desde tiempos prehispánicos, y hecha aún más evidente desde el inicio de la conquista española.

Y es que la disponibilidad de agua no sólo es un pilar natural para la subsistencia, teniendo en cuenta el consumo humano. Hoy, también cobra enorme relevancia en la proyección industrial, convirtiéndose junto a la energía en los insumos más determinantes para muchas inversiones.

Es por eso que es pertinente el análisis que ha comenzado a hacer la Dirección General de Aguas (DGA) respecto a la recarga en la cuenca de Azapa. Hoy se ha detectado un déficit de 704 litros por segundo en la recarga del acuífero, lo que ya es un llamado de alerta, para la fiscalización y el análisis. En otras palabras, es el momento de hacerse cargo de un problema que si se "deja fluir", puede terminar con consecuencias hasta catastróficas.

Chile ha visto cómo la falta de visión, de conocimiento y fiscalización ha terminado por secar, literalmente, valles completos. El caso más reciente y dramático es el de la cuenca de Copiapó, donde a partir de los años '80 se entregaron derechos de agua de manera indiscriminada. El escenario se vino a advertir cuando el río se secó y quedaron ante los ojos la extracción de más de 7 mil litros por segundo de agua, versus la recarga natural que apenas alcanzaba a los 4.500.

Hoy la recarga ni a eso llega, los derechos de agua se mantienen y se han convertido en papeles, una verdadera moneda de cambio en la que el litro por segundo de agua puede llegar a costar miles de dólares cuando se negocia con mineras.

Si bien la naturaleza tiene mucho que decir respecto a la existencia de agua, tanto más puede quedar en manos del ser humano, quien debe saber hacer uso de un elemento que es clave para la vida, el futuro y el desarrollo.