El castellano es un idioma rico en sinónimos, giros y matices, no sólo por lo abultado de su diccionario (el de la RAE incluye más de 88 mil vocablos), sino también por su extensa difusión, que hace que existan diversas variantes y connotaciones regionales.

Por ello, nos proporciona un amplio abanico de posibilidades expresivas, pero nos desafía también a ser cuidadosos con su uso, para evitar malos entendidos, que pueden llegar a derivar en algo más que un mal rato.

El caso público más reciente es el que involucra a un defensor público de Arica, que en el curso de un alegato ante la Corte de Apelaciones, se refirió a un grupo de extranjeros y personas con rasgos de etnias originarias de una forma que provocó la airada reacción del Consejo Aymara.

La comunidad y, especialmente los representantes de las minorías, esperan hoy en día ser tratados con respeto, expresado en el uso de un lenguaje "políticamente correcto", especialmente por parte de los funcionarios públicos y agentes del Estado en el ejercicio de sus funciones.

La palabras denotan aquello que el diccionario expresa como sus acepciones, pero pueden connotar matices diferentes, según su contexto, su oportunidad y hasta el lugar dónde se emitan.

Por ello, hay ocasiones en que se deben elegir cuidadosamente, ya que la fórmula "perdonando la expresión", muchas veces no alcanza a excusar y ni siquiera a mitigar los efectos de lo dicho.

Estos casos ocurren justo cuando se hace notorio un relajo y descuido en el uso del lenguaje, reflejado, por ejemplo, en los recientes resultados de la prueba Simce de escritura.

Los medios de comunicación, particularmente audiovisuales, tampoco ayudan, cuando sus figuras despliegan en pantalla o al micrófono un lenguaje pobre y soez.

Lejanos están aquellos tiempos en que figuras como Raúl Matas o Julio Martínez hacían gala de una dicción y un repertorio idiomático de una amplitud hoy considerada como "acartonada".

Hace unos días celebramos los 7 años desde que se creó Arica y Parinacota, y lamentablemente, en la recta final del 2014, vemos que la ejecución del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) sigue entre las más bajas del país (55,2% en Agosto), lo que genera una gran presión en el Gobierno Regional, responsable de gastar 100 por ciento.

Pero el problema que conlleva el hecho de llegar a un gasto pleno, en lo que se refiere al porcentaje de lo utilizado, es que únicamente se piensa en gastar los dineros, pero no necesariamente eso significa que se haga pensando en un desarrollo estratégico, sino sólo en llegar a la meta.

Hoy debemos ser más estratégicos y asegurarnos que cada peso que se gaste tenga una proyección a largo plazo, promoviendo así un desarrollo real y sostenible en el tiempo; un ejemplo de ello es el borde costero que, sin duda, será un referente para los próximos años.

Si damos una mirada, vemos que nunca antes en su historia la región tuvo la cantidad de recursos que hoy luce: 548 mil millones por el Plan de Zonas Extremas, el Plan de Reconstrucción de 39 mil millones, el FNDR de 27 mil millones, además de los fondos sectoriales de Obras Públicas (53 mil millones) y Vivienda (15 mil millones).

Es por lo anterior que debemos aprender de los errores, reconocer nuestros puntos débiles, pero también nuestras fortalezas; por otra parte, los actores políticos y sociales deben ceder en sus intereses y velar por el desarrollo armónico y en conjunto.

A 7 años de su fundación, soñemos hoy una mejor Arica y Parinacota, más conectada, moderna y desarrollada, pujante, líder regional en energías renovables, de la mano con el patrimonio, vinculada al Pacífico y al altiplano. Con las decisiones correctas una mejor región es posible.