Esta semana, La Estrella de Arica dio a conocer las "fórmulas" que tienen los dos mejores establecimientos educacionales públicos, según los recientes resultados del Simce de Escritura. Se trata de la Escuela D-18 "Humberto Valenzuela Cruz" y el Liceo A-5 "Jovina Naranjo Fernández", los que destacaron en la medición, incluso con mejor rendimiento que colegios particulares subvencionados.

Es interesante conocer los caminos que han adoptado estos colegios para mejorar sus resultados. Hablar de una mejora en la calidad de la educación en términos categóricos y globales en estos casos es aventurado, pero sí estas mediciones entregan ciertos indicadores que hablan de, precisamente, el trabajo que se realiza al interior de las aulas.

También resulta reconfortante escuchar, o en este caso leer, las apreciaciones de quienes lideran los equipos de trabajo en estos establecimientos educacionales. "Cariño, esfuerzo y dedicación" son los conceptos y valores esgrimidos por quienes se están esforzando por mejorar la educación desde adentro, desde las aulas, desde donde debe empezar el proceso.

Hoy la discusión que existe en torno a la Reforma Educacional tiene un denominador común claro: es urgente y necesario mejorar la calidad de la educación en Chile, y junto con ello, hacerla más democrática e inclusiva. Teniendo esto en cuenta, el debate se traslada al "cómo hacerlo" y "por dónde empezar". Son estas interrogantes las que alimentan la discusión y deberían mantenerla, en honor al diálogo y los acuerdos.

Es vital que el análisis no se quede sólo en lo político e ideológico, y que además, se analicen las experiencias exitosas aún bajo los actuales paradigmas. Buenos resultados como los expuestos anteriormente, hablan de la importancia que tiene la visión de fondo de este tema, el peso que tienen los docentes, y la relevancia de los proyectos educativos y sus líderes.

Todos son aspectos que no se pueden soslayar ni reducir, limitando finalmente la reforma a sólo una revisión administrativa que, como se ha conocido, no mejora por sí misma la calidad de la educación.

Los últimos casos de delitos económicos que se han conocido, producen alto impacto en la opinión pública, por la cuantía de los delitos y por la importancia de las personas vinculadas. El "caso pollos" se encuentra terminando, el caso "cascadas está a mitad de camino" y el "pentagate" está comenzando, pero son parte de una larga serie que comienza con el caso farmacias e involucra a todos los sectores económicos. Por estos casos ha comenzado un vivo debate para mejorar la legislación contra los delitos económicos. Muchos dirigentes políticos parecen estar de acuerdo en que hay que endurecer las penas por delitos económicos y creo que es un error.

Ante todo porque las penas que privan derechos fundamentales a las personas, requieren esfuerzos probatorios mayores. Ello aumenta exponencialmente la carga de trabajo de los fiscales, entre otras razones porque en el crimen económico suele ser necesario demostrar intenciones y eso es difícil. El resultado sería juicios más largos, engorrosos y menos sanciones. Parece más adecuado eliminar la rentabilidad del crimen económico y para ello hay que eliminar los topes de multas y, como en el caso de USA, establecerlas en varias veces el daño producido. Las penas pecuniarias en Chile llevan a la paradoja de que aún cuando se descubra un crimen económico, sea rentable haberlo cometido. Un absurdo.

Es que además en todos los casos hay delatores. De hecho, el caso farmacias inicia el procedimiento de delación compensada en Chile. En éste se compensa con reducciones de pena a infractores que denuncian a sus cómplices. El procedimiento se ha demostrado eficaz en la legislación internacional comparada, pero en nuestro país aún no se aplica de manera completa y el endurecimiento de penas complicaría aún más la aplicación de la delación. Es posible que no estemos viendo un incremento del crimen sino de la eficacia policial y eso es una buena noticia que debe apoyarse con legislación eficaz.