MODERNIDAD
"Hemos descubierto la felicidad, dicen los últimos hombres y entornan los ojos". Esta frase de Nietzsche hace más de cien años, refleja exactamente la realidad que vivimos hoy, en que a todos nos parece que la felicidad está a la vuelta de la esquina. Una reforma más, una libertad más, una tradición más que romper, una institución más que demoler… la anhelada libertad.
Pero hemos de recordar la famosa frase de Lenin: «libertad sí, pero ¿para quién? ¿Para hacer qué?». Efectivamente, si preguntamos a cualquiera, la respuesta siempre sonará un poco vacía pues el último hombre es también aquél que lo empequeñece todo, para quien todo lo que suene a grandeza tiene un tufillo a impuesto, a dictatorial, a inútil…y nada más menospreciado en estos días que lo inútil.
Así, después de la caída de las instituciones que soportaban al mundo: La patria, la religión, la familia, el manual de Carreño. Después del desvanecimiento de las creencias que sostenían a esas instituciones, la nación, la familia, Dios, la cortesía, hemos quedado vacíos.
El nihilismo se enseñorea en nuestras vidas, el gran ¿Para qué? resuena en las mentes y ya nadie puede dar una respuesta que pueda sosegar las almas
Pero ese es el mismo estado psicológico de un adolescente que acaba de descubrir que sus padres no son infalibles, que como el personaje de la novela Demian de Herman Hesse, descubre que existe "el otro lado" y ya no puede sostenerse en los viejos cuentos de la abuela.
A diferencia de la novela, a nosotros todavía no se nos aparece el gran Yo que sea capaz de soportar la vida, todavía vagamos como niños perdidos, como adolescentes rebeldes en medio de un mundo de estructuras que se caen a pedazos. Lo malo es que nuestras rabietas pueden acabar con el mundo antes que logremos crecer.