Sabor a miel tienen tus labios, y como almíbar son tus besos, dice una canción popular. Menos románticamente, los médicos hindúes, hace 4 mil años llamaron madhumeha, orina con sabor a miel, a una enfermedad que Areteo de Capadocia, en el siglo II bautizó como Diabetes Mellitus porque 'causaba la licuefacción de la carne y los huesos en abundante orina con sabor a miel'. Solamente en 1916 se estableció que los islotes del páncreas secretaban una sustancia que controlaba el metabolismo del azúcar en los tejidos y en 1921 Banting y Best la llamaron Insulina y demostraron experimentalmente que su ausencia generaba la Diabetes en la cual el exceso de glucosa en la sangre se escapa por el riñón dándole un sabor dulce a la abundante orina mellitus generándose todo un desequilibrio metabólico; demostraron también que inyectando insulina se revertía este trastorno y de esta manera le salvaron la vida a un joven de 14 años que agonizaba en el hospital. Desde entonces se dispone de un tratamiento efectivo para ella.
Los efectos de la enfermedad son agudos y crónicos, afectando a muchos órganos como el ojo, el riñón, las grandes y pequeñas arterias y los nervios periféricos. Los diabéticos menores de 25 años tienen una necesidad absoluta de insulina desde el momento del diagnóstico. Los de tipo 2 presentan la enfermedad después de los 40 años y la mayoría son obesos; su comienzo es insidioso y pueden controlarse con dieta baja en calorías y con hipoglicemiantes orales. La falta de preocupación personal puede llevar a infecciones bacterianas sistémicas, deshidratación y coma. Las complicaciones crónicas derivan de trastornos circulatorios de grandes y pequeños vasos, insuficiencia renal y asociaciones con el trastorno de los nervios llevan a gangrenas que terminan en amputaciones. Por el contrario, los diabéticos responsables, que siguen un régimen estricto y cumplen las indicaciones médicas pueden reducir sus riesgos, prolongar sus vidas y hacer que sus besos de almíbar continúen por muchos años.