Es clave que la región y especialmente Arica, como capital regional, comience a trabajar en los proyectos que deberían impulsar su despegue y su cambio de rostro. Existen señales que alientan a la hora de analizar el futuro para la zona, esto especialmente tras la visita hace algunos días del Ministro de Obras Públicas Alberto Undurraga.
Uno de los principales avances que anunció la autoridad se relaciona con el proyecto del borde costero, que se encargará de renovar más de seis kilómetros de costa en la comuna, lo que no sólo significa un avance y actualización en términos de infraestructura, sino que también se trata de una iniciativa vital para promover a Arica como una ciudad turística y a la vez funcional.
La experiencia muestra que la planificación en el borde costero de las comunas es fundamental para definir su desarrollo social y económico, especialmente cuando se busca potenciar un sello turístico capaz de generar nuevas sinergias y dinamismos. Por el contrario, también existen experiencias que muestran cómo hay sectores de potencial desarrollo turístico o industrial que se pierden debido a la falta de previsión, como ha ocurrido con tomas de sectores costeros de características únicas en regiones del país.
Es por eso que el dar forma e intención al borde costero de Arica, recuperándolo con un sentido práctico y participativo, sin duda que es un proyecto que se convertirá en un hito para la ciudad. Ahora, viene la etapa en que desde los sueños se debe pasar a la realidad, lo que incluye diálogo con la ciudadanía y también la ejecución de las obras que, se espera, puedan concretarse en su primer paso durante el 10 2015, con un horizonte hacia 2018.
El optimismo debe ser parte de estos sueños, porque la voluntad para realizarlos existe, como también los recursos. Incluso, el Estado buscará fórmulas que permitan complementar licitaciones para que las propuestas no terminen desiertas o las adjudicaciones no se caigan. Todo esto, con el objetivo de dotar a la ciudad del borde costero que necesita y que también merece.
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