Un carnaval sanador
Todo el asunto relacionado con la resolución del tribunal de la Haya causó un estrés importante en nuestra ciudad: Pescadores artesanales enrabiados con sus cuotas de pesca en peligro, la elite política preocupada por el inminente fallo adverso, una ciudadanía que se batía entre nacionalismos, americanismos, racismos y chovinismos, un fantasma bélico ficticio, etc. Enero puso a Arica en medio de la noticia nacional cuando en general la existencia local en los medios informativos es anecdótica…Mientras sucedía esta vorágine, Ño Carnavalón comenzaba a desempolvar su milenario traje. Una vez oí una frase de un brasileño cuando le preguntaron por el carnaval de Río y este respondió que los carnavales, la diversión y el desenfreno debían ser tomados muy en serio porque de ello dependía la sobrevivencia espiritual de su pueblo. Arica da cátedra de eso ya que se desconecta de todo para concentrar su energía en los caporales, tinkus, tarkeadas, tobas, wacawacas, tumbes y morenadas. Se respira la voluntad de las fraternidades por ser la mejor y entregar con garra su arte en la avenida, la cual se hace pequeña y urgente de hermoseamiento (el pavimento aterrorizaba a cualquiera). Los músicos remecen todo el sector y no dejan espacio al letargo incluso una vez terminada la pasada por el palco oficial, ya que la fiesta continúa en los faldeos del morro intensamente. Es emocionante ver a la ciudad tan feliz aunque sea por 3 días. Recuerdo la Ginga de los 80 y puedo afirmar que no existía tanta algarabía en la gente, quizás por lo oscuro de esos años y una forzada idea de carnaval de Río ariquensis que escondía las raíces nativas: esas que siempre estuvieron allí y que afortunadamente se impusieron, elevando el flamear de la Wipala y fortaleciendo este Anata que nos mantendrá vivos hasta la eternidad. Sólo me resta decir Jallalla para todos los hermanos del mundo andino y afrodescendientes y también para nuestros hermanos chilenos y del resto del mundo. ¡Jallalla!