A lo largo de su historia Arica se ha caracterizado por ser cuna de importantes exponentes del quehacer artístico nacional; esto, junto a la variedad de culturas que a diario coexisten en la región, permite mantener un interesante abanico de manifestaciones.

Sin embargo y pese al compromiso efectuado por las últimas administraciones regionales, la ciudad carece de infraestructura que permita albergar espectáculos masivos, lo que sin duda atenta contra el desarrollo integral que debe presentar una capital regional, donde conviven más de 200 mil habitantes. Si bien existen esfuerzos, lo cierto es que la ciudad sólo cuenta con un teatro capaz de reunir un aforo de 500 personas, recinto que durante los últimos meses de cada año es facilitado para desarrollar licenciaturas, graduaciones y otros eventos que nada tienen que ver con el desarrollo cultural que requiere la zona.

Es evidente que esta precariedad atenta contra soportes fundamentales para cualquier sociedad, sobre todo, porque impide desarrollar aspectos tan relevantes como la identidad, la diversidad, la intelectualidad y el traspaso de información y tradiciones entre una y otra generación.

Para abordar el problema, durante la última década se proyectaron millonarias obras destinadas a revertir el actual escenario cultural, sin embargo, las buenas intenciones sólo se quedaron en pomposos anuncios que hasta la fecha no se han materializado.

Esto, sumado al mal estado de lo poco que hay en la región, permiten visualizar que la agenda cultural ariqueña debe seguir esperando.

En ese sentido, no sólo se atenta contra una serie de expresiones artísticas regionales que bien vale la pena acoger, sino que también se priva al público ariqueño de grandes espectáculos que se presentan en otras ciudades de Chile o del extranjero.

Hoy, mientras muchos sostienen la idea de potenciar al turismo como una potente herramienta de desarrollo económico para la región, parece insólito que se esté dejando de lado un aspecto tan relevante como el cultural.